Editorial Alaire

Cuando ya comenzaba a anochecer,
después de haber estado varias horas
sentado en la terraza de aquel bar,
decidí que debía dedicarme
a observar a la gente que pasaba.
Así que le pedí al pulcro camarero
un séptimo café
y me puse a mirar y a escudriñar,
y vi gente curiosa, interesante,
en la que nunca había reparado.
Pasó primero un cura no muy grueso,
con pantalón vaquero y gafas negras,
que quizás fuese un ciego bonachón,
y que no pronunció ni una palabra.
Por la acera de enfrente, un militar,
no sé bien si sargento o comandante,
paseaba en bermudas a su perro
sin dignarse en lanzarme un mal vistazo,
a pesar de que yo lo miraba muy fijo.
Un taxista cogido del brazo de su esposa
pasó detrás del cura, mirando a todas partes.
Detrás nadie surgió en un par de minutos.
Y, enseguida, un maestro de primarias
pasó dándole besos a su novia,
sin que ella le hiciera mucho caso.
Y pasó un gran tropel de estudiantes de Física
que daban fuertes voces y reían.
Y pasaron catorce empleados de Hacienda,
todos rubios y altos y con ojos azules,
portando la pancarta de consigna ilegible.
Pasaron muchas gentes, ya digo: muchas gentes.
Después se acercó un hombre de uniforme
pidiéndome, muy serio, la documentación,
y al decirle que no sabía dársela
y al preguntarle luego si era policía,
se enfadó y se indignó de tal manera
que tuvo que acudir el pulcro camarero
que se lo llevó aparte y lo calmó.
Y yo, que ya estaba aburrido de observar,
me eché del otro lado y me dormí.

Gracias por detenerte en esta especie de locura con métrica. Creo que el personaje de mi poema necesita muchos más cafés para estar despierto.
Un beso, asturiana.
(Si me pierdo, que me busquen en Asturias, lo más bello del mundo)

Un paseo por la calle de los sueños que se rompen, paso a paso, entre la negror pegajosa del asfalto y los grises urbanitas disipándose en la solitaria familiaridad del esperpento, nos lleva hasta el próximo descanso dispuesto ya, como mal menor en la jungla venial de las fieras sin sentido.
Ha sido un placer, querido amigo.
Te mando un fuerte abrazo.

Aplausos, Jerónimo. aunque me has tenido preguntándome ¿cómo demonios sabías que quien pasaba era un cura, o un militar o, o, o ? Me ha encantado el final.

Blanca

Jerónimo Muñoz escribió:Cuando ya comenzaba a anochecer,

(...)


Después se acercó un hombre de uniforme
pidiéndome, muy serio, la documentación,
y al decirle que no sabía dársela
y al preguntarle luego si era policía,
se enfadó y se indignó de tal manera
que tuvo que acudir el pulcro camarero
que se lo llevó aparte y lo calmó.
Y yo, que ya estaba aburrido de observar,
me eché del otro lado y me dormí.

contigo, Jerónimo y con tus historias, nunca sabe una por donde va salir.................creo entrever, que eres adicto a los cafés, je,

un besito............Pilar

He disfrutado y me has hecho sonreir con los personajes que pasan y pasean por tus versos, Jerónimo. Me recuerda que yo, alguna vez, me entretuve en juegos similares, aunque no me atreví a a adivinar la profesión de cada cual. En fin, un placer descubrir este desenfadado y surrealista poema.
Salud.

Jerónimo Muñoz,
Original, extraodinario poema
la observación del poeta nos entrega
unos maravillosos versos
para aprender de él... te felicito, maestro


un abrazo fuerte de corazón

Yo tambien me he sentado a observarte, desde esta lejania de circuitos, perpleja de verte desde tanta distancia tan claramente, y sin cafe que valga.
Un abrazo
Pepa

A mi me gustó el panorama y los descubrimientos. Hay un verso que podría ser el comienzo de un relato notable: "el séptimo café." Tiene esa magia que lo hace imborrable y terreno.

Enhorabuena Jerónimo y muchos aplausos!

Hallie

Me gustpo completo el poema, fue así como una película, imaginando todo lo que transcurre en el mismo...las observaciones, hay gracia y soltura y eso de dejar todo y quedarte dormido a pesas de tantos cafés, bueh, sencillamente genial, mandar a veces de largo al mundo.

Saludos

Rafel Calle escribió:Un paseo por la calle de los sueños que se rompen, paso a paso, entre la negror pegajosa del asfalto y los grises urbanitas disipándose en la solitaria familiaridad del esperpento, nos lleva hasta el próximo descanso dispuesto ya, como mal menor en la jungla venial de las fieras sin sentido.
Ha sido un placer, querido amigo.
Te mando un fuerte abrazo.

¡Bueno, Rafel! Ya ves las cosas que tienen los foros. Este poema se hundió sin que ni siquiera yo me preocupara de él, y ahora resurge, gracias a este buen amigo Julio. Creo que has puesto el dedo en la llaga cuando has citado una palabra: esperpento. Sí, es algo desatinado y extravagante, pero... uno disfruta el escribirlo. Y ya que me lo permitís, pues ¡arriba con él!
Gracias por tus palabras, querido.

Menudo plantel de personajes!!!. Un placer descubrirlos con tus ojos amigo Jero.

Un besazo

Toda una historia que condensas en verso, se pasean personajes y lugares en delicado movimiento. Todo un arte saber contar tan sólo dejando la esencia.

Un placer leerte

Abrazos

Sara

Blanca Sandino escribió:Aplausos, Jerónimo. aunque me has tenido preguntándome ¿cómo demonios sabías que quien pasaba era un cura, o un militar o, o, o ? Me ha encantado el final.

Blanca

Jerónimo Muñoz escribió:Cuando ya comenzaba a anochecer,

(...)


Después se acercó un hombre de uniforme
pidiéndome, muy serio, la documentación,
y al decirle que no sabía dársela
y al preguntarle luego si era policía,
se enfadó y se indignó de tal manera
que tuvo que acudir el pulcro camarero
que se lo llevó aparte y lo calmó.
Y yo, que ya estaba aburrido de observar,
me eché del otro lado y me dormí.

Estimada Blanca:
¿Cómo puedo responder a tu pregunta? Cómo puedo saber si el que pasaba era cura o militar u otra cosa? Simplemente puedo decirte esto: lo sé. Porque era mi poema, mi vida (o al menos mi fingida vida) y en ellos lo que transcurre es lo que yo imagino. No importa la realidad (¿dónde está la realidad?), no importa lo racional (¡puffff!), solo importan las sensaciones, aquello que uno percibe y, solo es verdad lo que yo creo que es verdad. Bueno: un rollo. Y eso.

Que te agradezco mucho tu paso por mis medianamente ordenadas letras.