A la sombra de un almendro
Publicado: Mar, 29 Ene 2008 15:54
A LA SOMBRA DE UN ALMENDRO.
O la historia de un desamor.
Te fuistedejándome apenas un beso entre los labios.
Te marchaste de mi lado como las aves que desprecian al invierno.
Y al partir, sin tú saberlo, cerraste una puerta para siempre a mi, a ti… y al recuerdo de las cosas que tanto amamos:
a nuestra casa, a su vereda, al huerto diminutoa nuestro jardín secreto; y al fruto de aquel almendro
que plantamos juntos al llegar la primavera.
Te fuiste. Y yo me quedé solo, quieto, pensativo;
mirándote en silencio; y escuchando al mismo tiempo
el rumor del río perdido entre los álamos.
A tu lado,
el devenir de las estaciones pintaba
a veces de nieve el campo, a veces de niebla el pueblo;
y en Marzo, cada año, un puñado de flores nuevas
vestía de blanco las ramas del almendro.
Te gustaba Mayo… A mí me gustaba verte.
Y ante los cristales, a lo lejos,
un mar de trigo verde maduraba la simiente ajeno al germinar de nuestros besos.
Te fuiste; y las cosas que quisimos dejaron de ser las mismas: nuestro huerto diminuto ya no existe; el almendro que plantamos juntos continúo creciendo; nuestra casa, el pueblo, la vereda
están ya desiertos.
El mundo siguió su curso; y el pan oscuro y seco que hoy está en mi mesa, fue la simiente de aquel trigo verde que vimos madurar un mes de Mayo cuando tú te fuiste.
Te marchaste, y mi corazón se fue contigo con el rumor de aquel río perdido entre los álamos.
Hoy, que todo está olvidado y que apenas nada importa rescato estos versos de la soledad de una tarde sin historia.
Versos que escribo desde la penumbra del ocaso y bajo la sombra de un almendro vestido de primavera.
(Y viendo como pasan a lo lejos las aves que desprecian al invierno).
--o00o--
O la historia de un desamor.
Te fuistedejándome apenas un beso entre los labios.
Te marchaste de mi lado como las aves que desprecian al invierno.
Y al partir, sin tú saberlo, cerraste una puerta para siempre a mi, a ti… y al recuerdo de las cosas que tanto amamos:
a nuestra casa, a su vereda, al huerto diminutoa nuestro jardín secreto; y al fruto de aquel almendro
que plantamos juntos al llegar la primavera.
Te fuiste. Y yo me quedé solo, quieto, pensativo;
mirándote en silencio; y escuchando al mismo tiempo
el rumor del río perdido entre los álamos.
A tu lado,
el devenir de las estaciones pintaba
a veces de nieve el campo, a veces de niebla el pueblo;
y en Marzo, cada año, un puñado de flores nuevas
vestía de blanco las ramas del almendro.
Te gustaba Mayo… A mí me gustaba verte.
Y ante los cristales, a lo lejos,
un mar de trigo verde maduraba la simiente ajeno al germinar de nuestros besos.
Te fuiste; y las cosas que quisimos dejaron de ser las mismas: nuestro huerto diminuto ya no existe; el almendro que plantamos juntos continúo creciendo; nuestra casa, el pueblo, la vereda
están ya desiertos.
El mundo siguió su curso; y el pan oscuro y seco que hoy está en mi mesa, fue la simiente de aquel trigo verde que vimos madurar un mes de Mayo cuando tú te fuiste.
Te marchaste, y mi corazón se fue contigo con el rumor de aquel río perdido entre los álamos.
Hoy, que todo está olvidado y que apenas nada importa rescato estos versos de la soledad de una tarde sin historia.
Versos que escribo desde la penumbra del ocaso y bajo la sombra de un almendro vestido de primavera.
(Y viendo como pasan a lo lejos las aves que desprecian al invierno).
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