Presiento que éstos serán mis últimos versos
Publicado: Lun, 24 Ago 2009 21:04
De las mieles de sus labios
escuché versos adosados a pétalos de terciopelo,
su voz, se me abrigó en el alma
como el temor se cobija de la tempestad.
Fue como el furor de dos mares embravecidos
suplicando la calma escondida en sus profundidades.
Fue una explosión de éxtasis
nutriendo de sensaciones a los sentidos,
un alma desligada de su pena
con una flor deshojada en su delirio.
Quise huir de su atracción,
de su poder protector y corrosivo,
y entre sus cantos de sirenas
busqué lo que tanto protegía
encerrado entre rincones de enigmas e interrogantes,
a las puertas de un oscuro laberinto.
Adormecí los ciclones sudorosos,
la savia desnutrida de unos robles aviejados,
la errante llama con huellas de vida,
y asistí al oráculo de un escenario
ornamentado de abandono y desamparo.
Me prohibí alzar la mirada
más allá del alcance de la realidad,
y cerré los ojos, una vez más,
para acallar al silencio con su voz
y abrigarla de nuevo en mi alma.
Pero…,
quedó en mí el regusto amargo
de quien no desea ignorar
lo que la mirada no es capaz de percibir
y huye del furor de los mares.
Y aún la escucho,
aún me endulza su miel
y me acaricia su voz de terciopelo,
aún la veo, la siento, la oigo caminar…
Presiento que éstos serán mis últimos versos.
escuché versos adosados a pétalos de terciopelo,
su voz, se me abrigó en el alma
como el temor se cobija de la tempestad.
Fue como el furor de dos mares embravecidos
suplicando la calma escondida en sus profundidades.
Fue una explosión de éxtasis
nutriendo de sensaciones a los sentidos,
un alma desligada de su pena
con una flor deshojada en su delirio.
Quise huir de su atracción,
de su poder protector y corrosivo,
y entre sus cantos de sirenas
busqué lo que tanto protegía
encerrado entre rincones de enigmas e interrogantes,
a las puertas de un oscuro laberinto.
Adormecí los ciclones sudorosos,
la savia desnutrida de unos robles aviejados,
la errante llama con huellas de vida,
y asistí al oráculo de un escenario
ornamentado de abandono y desamparo.
Me prohibí alzar la mirada
más allá del alcance de la realidad,
y cerré los ojos, una vez más,
para acallar al silencio con su voz
y abrigarla de nuevo en mi alma.
Pero…,
quedó en mí el regusto amargo
de quien no desea ignorar
lo que la mirada no es capaz de percibir
y huye del furor de los mares.
Y aún la escucho,
aún me endulza su miel
y me acaricia su voz de terciopelo,
aún la veo, la siento, la oigo caminar…
Presiento que éstos serán mis últimos versos.