LUCHA DE TITANES
Publicado: Lun, 24 Ago 2009 20:45
Dormita a la espera en un rincón de mi alma, oscura y diamantina,
una incólume fuerza que me guía, y guió hasta hoy.
Desde que tomé consciencia de lo inabarcable e indefinible
nunca me abandonó, empujándome a buscar más allá
de lo visible y lo palpable.
La realidad es para mí, sueño y pesadilla,
el espejo donde la verdad y la mentira luchan entre sí
blandiendo sus espadas en pos de su supremacía,
clavando sus hojas puntiagudas con toda su saña;
ante su hipnótico sonido, fuegos de artificio
son eco atronador en mis oídos.
Mas cuando, en una pausa fugaz, escucho su silencio,
perlas blancas iluminan mi camino.
Entre la orilla y la sima abisal se derrama negra tinta;
entre las aguas de la mar fluye el veneno que me alienta,
otrora, palpitan letras, cantando odas a la belleza de las cosas.
Lucha de titanes declararon guerra sin tregua,
sus voces y armas me ciegan y alimentan;
respiro, desfallezco, en un vaivén sin fin ni comienzo.
Soy en el conflicto testigo mugo y ciego,
desertor, mercenario, un traidor que nada y todo merezco;
en otras batallas despierta el valiente arrogante,
guerrero incansable que, conquistada plaza,
no descansa, se embarca en busca de nuevas ganancias.
Ángeles y demonios cohabitan, se debaten a vida o muerte;
entre ellos soy grumete vagabundo, marino errante,
o el gran capitán que gobierna su nave con pulso firme,
aun sabiendo su destino jamás será conocido.
Me pregunto si soy hombre de carácter u hombre de destino,
marioneta, actor, personaje, bufón de la corte,
o acaso un simple capricho de los dioses,
un caminante fugitivo configurado por el devenir
insoslayable de la flecha del tiempo
en mí clavada, con toda atrocidad,
por manos sin dueño.
ANTE PERSÉFONE, ANTÍGONA Y LUCIFER
Impregnarse del presente con andar firme,
con el propósito decidido de actuar sin ningún fin;
inducido por la idea peregrina de una misión incumplida,
reconciliarse queda o seguir luchando entre titanes;
he ahí la duda, he aquí la herida,
la guerra que no cicatriza.
Ante el cruce de caminos, donde cual estatua de sal,
me hallo quebrado y sumergido
en el angosto y pedregoso sendero de la existencia.
Emulando a Perséfone,
llevo la alianza de un compromiso con el infierno.
Cómplice de Antígona,
subvierto las leyes que rigen la tierra y el universo
cometiendo vil atentando contra mi gobierno.
Lloro a Lucifer,
el rey del perdido paraíso, mi amo y señor,
creador del planeta subversivo.
(Imágenes poliédricas,
cuyo reflejo veo cuando me miro)
Así como Leibniz decía, yo digo aquí,
contradiciendo sus palabras, me pregunto:
¿Por qué existe la nada que me envuelve
siendo así que no podría existir?
¿Es racionalmente aceptable para mí, como hombre,
que exista el diablo que habita en mí?
una incólume fuerza que me guía, y guió hasta hoy.
Desde que tomé consciencia de lo inabarcable e indefinible
nunca me abandonó, empujándome a buscar más allá
de lo visible y lo palpable.
La realidad es para mí, sueño y pesadilla,
el espejo donde la verdad y la mentira luchan entre sí
blandiendo sus espadas en pos de su supremacía,
clavando sus hojas puntiagudas con toda su saña;
ante su hipnótico sonido, fuegos de artificio
son eco atronador en mis oídos.
Mas cuando, en una pausa fugaz, escucho su silencio,
perlas blancas iluminan mi camino.
Entre la orilla y la sima abisal se derrama negra tinta;
entre las aguas de la mar fluye el veneno que me alienta,
otrora, palpitan letras, cantando odas a la belleza de las cosas.
Lucha de titanes declararon guerra sin tregua,
sus voces y armas me ciegan y alimentan;
respiro, desfallezco, en un vaivén sin fin ni comienzo.
Soy en el conflicto testigo mugo y ciego,
desertor, mercenario, un traidor que nada y todo merezco;
en otras batallas despierta el valiente arrogante,
guerrero incansable que, conquistada plaza,
no descansa, se embarca en busca de nuevas ganancias.
Ángeles y demonios cohabitan, se debaten a vida o muerte;
entre ellos soy grumete vagabundo, marino errante,
o el gran capitán que gobierna su nave con pulso firme,
aun sabiendo su destino jamás será conocido.
Me pregunto si soy hombre de carácter u hombre de destino,
marioneta, actor, personaje, bufón de la corte,
o acaso un simple capricho de los dioses,
un caminante fugitivo configurado por el devenir
insoslayable de la flecha del tiempo
en mí clavada, con toda atrocidad,
por manos sin dueño.
ANTE PERSÉFONE, ANTÍGONA Y LUCIFER
Impregnarse del presente con andar firme,
con el propósito decidido de actuar sin ningún fin;
inducido por la idea peregrina de una misión incumplida,
reconciliarse queda o seguir luchando entre titanes;
he ahí la duda, he aquí la herida,
la guerra que no cicatriza.
Ante el cruce de caminos, donde cual estatua de sal,
me hallo quebrado y sumergido
en el angosto y pedregoso sendero de la existencia.
Emulando a Perséfone,
llevo la alianza de un compromiso con el infierno.
Cómplice de Antígona,
subvierto las leyes que rigen la tierra y el universo
cometiendo vil atentando contra mi gobierno.
Lloro a Lucifer,
el rey del perdido paraíso, mi amo y señor,
creador del planeta subversivo.
(Imágenes poliédricas,
cuyo reflejo veo cuando me miro)
Así como Leibniz decía, yo digo aquí,
contradiciendo sus palabras, me pregunto:
¿Por qué existe la nada que me envuelve
siendo así que no podría existir?
¿Es racionalmente aceptable para mí, como hombre,
que exista el diablo que habita en mí?