Editorial Alaire

Ramón Carballal escribió:No es un palacio ni un cromo ni un vendaval de zafiros.

Crece la infancia con un balón de mercurio,
crece con pasillos de hembras rosadas,
se extiende como el cansancio del leopardo
y la rugosa piel de la herida,
acampa en habitaciones sin luz
y dorados de terciopelo en la sangre vespertina.

Tengo memoria, tengo la araña que baja a su nido,
a reconocer su lecho, su arbitrario crisol, su herrumbre.

La casa, el hogar,
su silencio se eleva como una llanura de sutiles auroras
y retorna a las grecas de un suelo sin edad,
a los paisajes de qué dentaduras,
en medio de qué música,
tan lejos del grito de los caballos verdes.

Duermen los ecos en su narciso de hojalata;
encuentro gestos, preguntas, pómulos de nieve.

Y todo eso, amigo, no es más que el regreso.

Hallie Hernández Alfaro escribió:

Ramón Carballal escribió:No es un palacio ni un cromo ni un vendaval de zafiros.

Crece la infancia con un balón de mercurio,
crece con pasillos de hembras rosadas,
se extiende como el cansancio del leopardo
y la rugosa piel de la herida,
acampa en habitaciones sin luz
y dorados de terciopelo en la sangre vespertina.

Tengo memoria, tengo la araña que baja a su nido,
a reconocer su lecho, su arbitrario crisol, su herrumbre.

La casa, el hogar,
su silencio se eleva como una llanura de sutiles auroras
y retorna a las grecas de un suelo sin edad,
a los paisajes de qué dentaduras,
en medio de qué música,
tan lejos del grito de los caballos verdes.

Duermen los ecos en su narciso de hojalata;
encuentro gestos, preguntas, pómulos de nieve.

Y todo eso, amigo, no es más que el regreso.

Un poema extraordinario que nombra la regresión con tu magia singular.

Uno de los textos más hermosos que he leido!

Besos y enhorabuena!!!!!!!!

Hallie

Ramón Carballal escribió:No es un palacio ni un cromo ni un vendaval de zafiros.

Crece la infancia con un balón de mercurio,
crece con pasillos de hembras rosadas,
se extiende como el cansancio del leopardo
y la rugosa piel de la herida,
acampa en habitaciones sin luz
y dorados de terciopelo en la sangre vespertina.

Tengo memoria, tengo la araña que baja a su nido,
a reconocer su lecho, su arbitrario crisol, su herrumbre.

La casa, el hogar,
su silencio se eleva como una llanura de sutiles auroras
y retorna a las grecas de un suelo sin edad,
a los paisajes de qué dentaduras,
en medio de qué música,
tan lejos del grito de los caballos verdes.

Duermen los ecos en su narciso de hojalata;
encuentro gestos, preguntas, pómulos de nieve.

Y todo eso, amigo, no es más que el regreso.

Ramón Carballal escribió:No es un palacio ni un cromo ni un vendaval de zafiros.

Crece la infancia con un balón de mercurio,
crece con pasillos de hembras rosadas,
se extiende como el cansancio del leopardo
y la rugosa piel de la herida,
acampa en habitaciones sin luz
y dorados de terciopelo en la sangre vespertina.

Tengo memoria, tengo la araña que baja a su nido,
a reconocer su lecho, su arbitrario crisol, su herrumbre.

La casa, el hogar,
su silencio se eleva como una llanura de sutiles auroras
y retorna a las grecas de un suelo sin edad,
a los paisajes de qué dentaduras,
en medio de qué música,
tan lejos del grito de los caballos verdes.

Duermen los ecos en su narciso de hojalata;
encuentro gestos, preguntas, pómulos de nieve.

Y todo eso, amigo, no es más que el regreso.

J. J. M. Ferreiro escribió:Excelente Ramón, uno de los poemas más equilibridos que te leído, donde las imágenes van como una gran diversidad flechas, lanzadas desde diferentes puntos, por diferentes arcos, a dar al centro de la diana que es el tema que te ocupa. No hay dispersión, hay imaginería preciosa muy bien encauzada, sin perdidas corrientes que vayan a dar a la nada.

Creo que aquí encuentras un intinerario merecedor de tu personal e intransferible estilo, de indudable genio poético.

Unha aperta.

carmen iglesia escribió:Lo digo otra vez, Ramón, nadie (y digo nadie) escribe unas imágenes tan maravillosas como las tuyas... el cansancio del leopardo, pómulos de nieve, dentaduras que son paisajes... en fin... eso no se aprende, eso es innato. Gracias por permitirnos disfrutarlo.

Beso grande,

Carmen