Por su rostro.
Publicado: Vie, 24 Jul 2009 1:29
Hoy mi hijo me cuenta:
que se ha enamorado,
de una niña bonita.
Por su rostro,
-me dice-
me he perdido,
en pensamientos.
Vivo ajeno al juego,
a estudios,
y a risas.
Solamente veo sus ojos,
en las libretas y libros.
¿Porque al mirarla,
una palabra suya
me arranca tantos suspiros?
Mi pensamiento, padre,
del salón de clase
parte
revolotea donde ella
y por la misma ventana
regresa.
En los bailes o tardeadas
evito a los compañeros,
pensando sólo en sus ojos.
Y las demás chicas,
me parecen tontas y sosas.
Pregunte:
¿Quien es ella?
¡Aquella, que de la escuela
sale, con su madre!
¡No, lo podía creer, esa bella mujer;
de niña, en el mismo plantel, solía
sentarse, en la misma banca, que hoy su hija.
Reviví las golondrinas que por ella
en mi corazón, algún día
anidaron y entendí a mi hijo.
Mientras nuestros hijos,
charlaban y reían
afuera del colegio,
ella y yo
intercambiamos un sonrojo,
y de antaño, furtivos adioses.
Dándonos la mano,
-con un hola tan frió.
Los marrón de su vista y mis ojos
se contaron tanto del pasado,
que las lagrimas rodaron.
No, pronunciamos más,
ninguna palabra.
Sé que los dos
pensamos;
como hubiésemos
querido, ser de nuevo,
aquellos chiquillos.
A las dos irse,
madre e hija,
haciéndose tarde,
mi vástago,
pregunto
¿Como la viste?
Respondí:
¡Tan linda como su madre!
que se ha enamorado,
de una niña bonita.
Por su rostro,
-me dice-
me he perdido,
en pensamientos.
Vivo ajeno al juego,
a estudios,
y a risas.
Solamente veo sus ojos,
en las libretas y libros.
¿Porque al mirarla,
una palabra suya
me arranca tantos suspiros?
Mi pensamiento, padre,
del salón de clase
parte
revolotea donde ella
y por la misma ventana
regresa.
En los bailes o tardeadas
evito a los compañeros,
pensando sólo en sus ojos.
Y las demás chicas,
me parecen tontas y sosas.
Pregunte:
¿Quien es ella?
¡Aquella, que de la escuela
sale, con su madre!
¡No, lo podía creer, esa bella mujer;
de niña, en el mismo plantel, solía
sentarse, en la misma banca, que hoy su hija.
Reviví las golondrinas que por ella
en mi corazón, algún día
anidaron y entendí a mi hijo.
Mientras nuestros hijos,
charlaban y reían
afuera del colegio,
ella y yo
intercambiamos un sonrojo,
y de antaño, furtivos adioses.
Dándonos la mano,
-con un hola tan frió.
Los marrón de su vista y mis ojos
se contaron tanto del pasado,
que las lagrimas rodaron.
No, pronunciamos más,
ninguna palabra.
Sé que los dos
pensamos;
como hubiésemos
querido, ser de nuevo,
aquellos chiquillos.
A las dos irse,
madre e hija,
haciéndose tarde,
mi vástago,
pregunto
¿Como la viste?
Respondí:
¡Tan linda como su madre!