¡Mía, sólo mía!
Publicado: Mié, 22 Jul 2009 17:59
Siempre que me preguntan eso tan manido de que cómo comencé a escribir, suelo contestar lo mismo: Durante el servicio militar, en las cartas a mi novia (hoy mi esposa), acostumbraba a incluir poemas, casi siempre amorosos, poemas sencillos que fueron el comienzo de este veneno de escribir. Éste es uno de ellos, bien es cierto que cuando lo incluí en mi primer poemario (Árbol de rimas), lo pulí un poco, pero la esencia de aquellos primeros versos, perdura en él.
¡Mía, sólo mía!
Miradla, miradla ahí...
¿No la veis? ¿Es que sois ciegos...?
¿No veis su rostro radiante...?
¿No veis sus ojos serenos...?
Mirad su figura humilde
tan altiva en su silencio,
mirad sus labios cerrados
que sonríen sin hacerlo.
Mirad su cuerpo de ninfa,
mirad que firme es su pecho,
mirad su frente tan clara,
mirad su cabello negro.
¿Todavía no la halláis?
¿Cómo podéis ser tan necios?
No miréis con esos ojos
que sólo creen despiertos,
miradla con esos otros,
esos que llevamos dentro.
Esos que son, la ilusión,
el deseo, el sentimiento,
la ternura y el amor,
esos que no borra el viento.
Miradla, miradla ahí...
¿Verdad que ya la vais viendo?
¿Verdad que tiene el encanto
del amor hecho misterio?
¿Verdad que por su hermosura
bebéis tras ella los vientos?
¿Verdad que cala tan hondo
que su recuerdo es eterno?
Ya la veis, miradla bien,
nubla vuestro pensamiento,
en la materia intangible
de la que se hacen los sueños;
y aunque creáis que es quimera,
quiero que la sigáis viendo,
quiero que soñéis con ella,
quiero que sigáis sufriendo.
Pero no intentéis amarla,
no la llaméis, pues no quiero,
miradla sólo a distancia
porque yo la vi primero.
Por qué es mía, sólo mía,
es mi sueño verdadero,
yo he sabido imaginarla
y quererla al mismo tiempo.
Mario.
¡Mía, sólo mía!
Miradla, miradla ahí...
¿No la veis? ¿Es que sois ciegos...?
¿No veis su rostro radiante...?
¿No veis sus ojos serenos...?
Mirad su figura humilde
tan altiva en su silencio,
mirad sus labios cerrados
que sonríen sin hacerlo.
Mirad su cuerpo de ninfa,
mirad que firme es su pecho,
mirad su frente tan clara,
mirad su cabello negro.
¿Todavía no la halláis?
¿Cómo podéis ser tan necios?
No miréis con esos ojos
que sólo creen despiertos,
miradla con esos otros,
esos que llevamos dentro.
Esos que son, la ilusión,
el deseo, el sentimiento,
la ternura y el amor,
esos que no borra el viento.
Miradla, miradla ahí...
¿Verdad que ya la vais viendo?
¿Verdad que tiene el encanto
del amor hecho misterio?
¿Verdad que por su hermosura
bebéis tras ella los vientos?
¿Verdad que cala tan hondo
que su recuerdo es eterno?
Ya la veis, miradla bien,
nubla vuestro pensamiento,
en la materia intangible
de la que se hacen los sueños;
y aunque creáis que es quimera,
quiero que la sigáis viendo,
quiero que soñéis con ella,
quiero que sigáis sufriendo.
Pero no intentéis amarla,
no la llaméis, pues no quiero,
miradla sólo a distancia
porque yo la vi primero.
Por qué es mía, sólo mía,
es mi sueño verdadero,
yo he sabido imaginarla
y quererla al mismo tiempo.
Mario.