Editorial Alaire

Samantha Fernandez escribió:Tal vez mi percepción sea distinta a tu propuesta, Pilar, pero, yo veo un camino de montes desprovistos y desamparados....con la cosecha perdida. Yo pertenezco al monte y siempre busco paisajes en donde acomodar mi naturaleza indigena....me gusta este lecho de versos que presentas, para descansar en ellos.... bellísimo... me gustó.

Saludos.

Mario Martínez escribió:Hola Pilar.
Yo contemplo esos mismos horizontes que describes y camino sobre ellos, amiga mía.
Me ha gustado este poema donde la mezcla de los diferentes metros le da al poema una cadencia musical muy particular.
Un abrazo hasta Zaragoza (si es que estás ahí), o hasta Tarazona.

Mario.

Óscar Distéfano escribió:Un poema exquisito, delicado, que se lee con mucho agrado.
Tiene imágenes muy hermosas. Mis aplausos.

Un abrazo.
Óscar

Antonio Justel escribió:... hola, Pilar, espléndido poema éste que nos traes hoy aquí, transplantado a ese mundo rural que tan bien conozco e identifico; esa pena honda aludiendo a la arcilla final es muy bueno, muy bueno; has estado inspirada al conformar este poema, desde luego, Orión

julián borao escribió:Entrar en el mundo con un sueño inconcluso, introducirse en él y reconocerlo con todas las referencias a la tierra y a su germinación... Gran poema, Pilar, con un lenguaje muy cuidado, unas descripciones sugerentes y unas imágenes precisas. Magnífico.
Un abrazo.
Julián Borao

Pilar Morte escribió:Navega en las arterias un sueño inconcluso,
el galopar sediento, la noche de las voces.
Arrastra tu mirada el azul limitado,
que coloca en mis ojos un horizonte ajeno;
porque alcancé tarde el color de tus rincones,
la hora en que me vieras, tu deseo,
la voz, que en ti se hizo silencio, velándome.

El tiempo ha guardado las raíces,
para lograr la tierra en sementera,
el apero dispuesto a la cosecha, el cubil hondo.

Llego, acelerado el pulso, al cerco de la mies,
y quedo en la semilla envuelta en la derrota;
porque dibujas en el aire las espigas cerradas,
que esquivan el trillo cuando sopla mi mundo.

Me presento desnuda, con carmines de plata,
constante a tus señales, de grito sin memoria,
y regreso al refugio con el esmalte roto,
a la arcilla abierta, vencida por la sed.