La araña
Publicado: Mar, 14 Jul 2009 0:08
Me siento como un pordiosero en el laberinto agotable de los pensamientos,
y aunque mi afán sea creativo,
el duende de la inspiración casi me está dando de lado.
Así que, mientras la paciente araña sigue tejiendo su tela,
y una mosca revolotea constantemente con su pesada latitud,
ordeno, a golpe de desesperación,
los instrumentos, tan necesarios en la orquesta,
como inútiles a la hora de la fatal falta de sabiduría.
Un buen puñado de hojas,
un bolígrafo de tinta caduca,
un cenicero, el necesario paquete de tabaco,
varias cerillas y una buena taza de café,
ardiente en su comienzo, tibio en su desamparo.
Una luz tenue y la música suave y delicada de Strauss,
intentan establecer el ambiente idóneo,
la diagonal exacta para resolver la ecuación.
Pero, tan solo son matices,
son instituciones tan necesarias,
como sacrílegas e inservibles.
Cuando la luz no brilla, se esconde,
queda atrapada en un laberinto sin lógica,
y la pura inspiración permanece enfermiza y vana.
Me siento huérfano, inútil,
un don nadie en mi mundo interior,
es entonces cuando decido apartar las inmaculadas hojas,
dejo caer el bolígrafo virgen,
enciendo un insano pitillo,
y, recostado sobre el respaldo de una vieja silla,
apoyo sobre los labios una taza de café,
y dejando fluir su aroma hacia el paladar
exhalo una bocanada de humo,
y observo la innata paciencia de esa araña trabajadora y solitaria.
…Es curioso saber entender la soledad
como un compañero de fatigas, un guardián del anonimato,
un león en libertad, un axioma de sensaciones…
Debo ir a por más papel.
A por otra taza de café,
ésta quedó fría…
y aunque mi afán sea creativo,
el duende de la inspiración casi me está dando de lado.
Así que, mientras la paciente araña sigue tejiendo su tela,
y una mosca revolotea constantemente con su pesada latitud,
ordeno, a golpe de desesperación,
los instrumentos, tan necesarios en la orquesta,
como inútiles a la hora de la fatal falta de sabiduría.
Un buen puñado de hojas,
un bolígrafo de tinta caduca,
un cenicero, el necesario paquete de tabaco,
varias cerillas y una buena taza de café,
ardiente en su comienzo, tibio en su desamparo.
Una luz tenue y la música suave y delicada de Strauss,
intentan establecer el ambiente idóneo,
la diagonal exacta para resolver la ecuación.
Pero, tan solo son matices,
son instituciones tan necesarias,
como sacrílegas e inservibles.
Cuando la luz no brilla, se esconde,
queda atrapada en un laberinto sin lógica,
y la pura inspiración permanece enfermiza y vana.
Me siento huérfano, inútil,
un don nadie en mi mundo interior,
es entonces cuando decido apartar las inmaculadas hojas,
dejo caer el bolígrafo virgen,
enciendo un insano pitillo,
y, recostado sobre el respaldo de una vieja silla,
apoyo sobre los labios una taza de café,
y dejando fluir su aroma hacia el paladar
exhalo una bocanada de humo,
y observo la innata paciencia de esa araña trabajadora y solitaria.
…Es curioso saber entender la soledad
como un compañero de fatigas, un guardián del anonimato,
un león en libertad, un axioma de sensaciones…
Debo ir a por más papel.
A por otra taza de café,
ésta quedó fría…