Celeste Aída
Publicado: Dom, 05 Jul 2009 2:48
Celeste Aída
Dicen que Aída llevaba una canasta hacia el norte de Italia
Dicen que había puesto pedacitos de luna todos espolvoreados con anís
Dicen que tropezó con unos talegos de cuero, como odres, como cabezas oscuras de enanos del mar, que salieron a lamer las canas de la arena
Dicen que vio algo en un nido, como el rabo de un sueño, niebla que pretende, resolanas levantadas como títeres, vestidos
Dicen que la musculatura del viento le ceñía el solero y le agitaba la pelusa de la frente
Dicen que pensó una canzona, que la entonó mirando un pozo
Dicen que en sus labios llevaba olor de ciruelas del puerto
Dicen que no habló en la cafetería y que se tomó dos vasos de agua con lima
Dicen que sintió que le daban puntos de crochet desde las estrellas —a la noche
Dicen que caminaba entre florecillas alpinas con la gracia de una bailadora española
Dicen que soñó que untaba rebanadas de pan universal con mantequilla hecha de la pasta del mejor beso de un niño
Dicen que le gustó un sendero rosado que caía hacia el agua con la sutil maniobra cortesana con la que se despide al amor en un muelle
Dicen que entre los árboles se le asomó su madre con sombrero
Dicen que ella lloraba como buscando perpendiculares suaves hacia la esfera de las rosas
Dicen que las raíces estaban atentas, compungidas, también alegres, y que le sonreían a través de las muselinas del pasto
Dicen que le latía el pelo, y los pies, y las ideas, como si unpelotón de conejos mecánicos batiera tambores en su cuerpo
Dicen que borró cada huella que hizo con otra huella más dulce
Dicen que escribió todo en unos papeles livianitos como copos, y que puso los anteojos sobre ellos como replegándolos
Dicen que en su bolsillo había una fotografía sencilla y diáfana como las auroras del campo
Dicen que sintió el roce de los bigotes del tiempo en sus mejillas
Y dicen también y finalmente, que prefirió palabras abiertasy lozanas para esconder esta felicidad
Rafael Teicher
Dicen que Aída llevaba una canasta hacia el norte de Italia
Dicen que había puesto pedacitos de luna todos espolvoreados con anís
Dicen que tropezó con unos talegos de cuero, como odres, como cabezas oscuras de enanos del mar, que salieron a lamer las canas de la arena
Dicen que vio algo en un nido, como el rabo de un sueño, niebla que pretende, resolanas levantadas como títeres, vestidos
Dicen que la musculatura del viento le ceñía el solero y le agitaba la pelusa de la frente
Dicen que pensó una canzona, que la entonó mirando un pozo
Dicen que en sus labios llevaba olor de ciruelas del puerto
Dicen que no habló en la cafetería y que se tomó dos vasos de agua con lima
Dicen que sintió que le daban puntos de crochet desde las estrellas —a la noche
Dicen que caminaba entre florecillas alpinas con la gracia de una bailadora española
Dicen que soñó que untaba rebanadas de pan universal con mantequilla hecha de la pasta del mejor beso de un niño
Dicen que le gustó un sendero rosado que caía hacia el agua con la sutil maniobra cortesana con la que se despide al amor en un muelle
Dicen que entre los árboles se le asomó su madre con sombrero
Dicen que ella lloraba como buscando perpendiculares suaves hacia la esfera de las rosas
Dicen que las raíces estaban atentas, compungidas, también alegres, y que le sonreían a través de las muselinas del pasto
Dicen que le latía el pelo, y los pies, y las ideas, como si unpelotón de conejos mecánicos batiera tambores en su cuerpo
Dicen que borró cada huella que hizo con otra huella más dulce
Dicen que escribió todo en unos papeles livianitos como copos, y que puso los anteojos sobre ellos como replegándolos
Dicen que en su bolsillo había una fotografía sencilla y diáfana como las auroras del campo
Dicen que sintió el roce de los bigotes del tiempo en sus mejillas
Y dicen también y finalmente, que prefirió palabras abiertasy lozanas para esconder esta felicidad
Rafael Teicher