No arrojaré más flores a la muerte.
Publicado: Mar, 23 Jun 2009 21:50
Oh caminantes del cielo
¿Qué buscaís por allí arriba?
Hay inmensos desiertos de placer y dolor aquí en la Tierra.
(Estoy harto: No arrojaré más flores a la muerte)
Círculos de viento copulando en el aire. Silencio,
los cimientos de las ciudades están siendo concebidos en la tierra.
Vean el desarrollo del hombre bajo los días.
Miren como el dragón incinera los niños con sus bocanadas de fuego.
Ven ese Partenón de cristal invisible que los envuelve a todos,
ese es el Estado.
Fuera de sus murallas nada es posible.
Es la ficción más elevada de todas.
Todos los crepúsculos se baten.
Triunfa uno límpido, rosado e intimidante.
Ya ha sido exterminado todo lo virgen.
Solo quedan algunas mariposas enmohecidas en sus jaulas
y flores verduscas raleando en el cemento.
(El rostro de Charlotte es fusilado a latigazos de semen.
Sus pecas doradas,
su cabellera rojiza,
sus ojos rubios,
sus labios lánguidos.
Incluso sus muslos de hierba.
Ella sonríe tímidamente.
Ella, ahora, es capaz de dominar la vida
de los vivos y los muertos.
Ella no debería ser sacrificada por los ojos humanos,
tan blandos y corruptos, tan fálicos y eyaculantes.
Ella, o su boca de ángel, podría parir seis mil millones de soldados,
enviarlos a la guerra y devorarse a los sobrevivientes.
Ella es tan dulce, tan inocente.
Ella solo sonríe con su lengua y ofrenda, piadosamente, su rostro inmaculado.)
Desde abajo de sí mismo se observa el hombre:
ese allí elevado debo ser yo.
Desde encima de sí mismo se mira el hombre:
ese de allí abajo nunca me alcanzará.
Dorados tronos hundiéndose en el lodo.
Voluptuoso lodo deglutiendo tronos celestes.
Lenguas repletas de cruces y tumbas.
Lenguas adoradoras de otros mundos:
ya vendrán, sedientas, a lamer la lava de este asfalto.
No voy a esperar más: Extenderé mis alas mustias,
y si no vuelan treparé por todas las cabezas de todos los hombres,
por aquellas superfluas y vacias,
por aquellas profundas y atormentadas,
incluso por aquellas enormes cabezas de cuerpos inmóviles.
Treparé por mí mismo hasta ser dios.
Fermín Lasarte
¿Qué buscaís por allí arriba?
Hay inmensos desiertos de placer y dolor aquí en la Tierra.
(Estoy harto: No arrojaré más flores a la muerte)
Círculos de viento copulando en el aire. Silencio,
los cimientos de las ciudades están siendo concebidos en la tierra.
Vean el desarrollo del hombre bajo los días.
Miren como el dragón incinera los niños con sus bocanadas de fuego.
Ven ese Partenón de cristal invisible que los envuelve a todos,
ese es el Estado.
Fuera de sus murallas nada es posible.
Es la ficción más elevada de todas.
Todos los crepúsculos se baten.
Triunfa uno límpido, rosado e intimidante.
Ya ha sido exterminado todo lo virgen.
Solo quedan algunas mariposas enmohecidas en sus jaulas
y flores verduscas raleando en el cemento.
(El rostro de Charlotte es fusilado a latigazos de semen.
Sus pecas doradas,
su cabellera rojiza,
sus ojos rubios,
sus labios lánguidos.
Incluso sus muslos de hierba.
Ella sonríe tímidamente.
Ella, ahora, es capaz de dominar la vida
de los vivos y los muertos.
Ella no debería ser sacrificada por los ojos humanos,
tan blandos y corruptos, tan fálicos y eyaculantes.
Ella, o su boca de ángel, podría parir seis mil millones de soldados,
enviarlos a la guerra y devorarse a los sobrevivientes.
Ella es tan dulce, tan inocente.
Ella solo sonríe con su lengua y ofrenda, piadosamente, su rostro inmaculado.)
Desde abajo de sí mismo se observa el hombre:
ese allí elevado debo ser yo.
Desde encima de sí mismo se mira el hombre:
ese de allí abajo nunca me alcanzará.
Dorados tronos hundiéndose en el lodo.
Voluptuoso lodo deglutiendo tronos celestes.
Lenguas repletas de cruces y tumbas.
Lenguas adoradoras de otros mundos:
ya vendrán, sedientas, a lamer la lava de este asfalto.
No voy a esperar más: Extenderé mis alas mustias,
y si no vuelan treparé por todas las cabezas de todos los hombres,
por aquellas superfluas y vacias,
por aquellas profundas y atormentadas,
incluso por aquellas enormes cabezas de cuerpos inmóviles.
Treparé por mí mismo hasta ser dios.
Fermín Lasarte