Arbóreo

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Marina Centeno
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"Trepado en el guayabo"Óleo y arena sobre tela 90x80cm creado por Ernesto NoveloZoma Galeria Yucatán. "La valentía nace de los dioses crecidos en los campos.Seguir la naturaleza es cuestión de humanos"Samuel Bassán Mishaan.

Ya no tengo miedo a la oscuridad, ni a los insectos.

Por más que lucho por sacarme esa duda que se clavó en el talón de mi pie derecho, no lo consigo. He inventado una manera con la intención de abrir una brecha entre mi carne, pero al tomar el bisturí, el pulso tiembla y el olor a sangre me congela el ánimo.


El abejorro paseaba el aguijón alrededor del "Xacá", buscaba la manera de introducirse a su interior y depositar el objeto de su deseo, el líquido espeso en leche melosa. Antes, sigilosa y maquiavélicamente, había cerrado los accesos con destraza, camuflajé los orificios para que el insecticida pigmentara el paso. El abejorro zumbaba alrededor, furibundas alas revoloteaban en el aire, traspasaba el límite de su cordura a esas horas del amanecer, cuando el sol aún es un niño juguetón y produce cosquillas de calor entre las piernas.

El "Xacá" se mecía lentamente briznado en viento, satisfecho de su afán, en arbórea faena de hojas secas. Desde la ventana, atisbaba la complacencia del encierro y de la intención malsana: oprimirle el paso al abejorro.

Sería el mediodía, cuando el sol hunde su rayo sobre la tierra, que decidí acercarme. En el sigilo de mis pasos se presentía la sospecha de saberse cobarde. No había vestigios de aleteos, no existían rasgos de gotas melosas, los tapones de papel seguían intactos y el líquido insecticida penetraba por los rincones de la nariz.

El crimen perfecto. Sobre la tierra y a la sombra del "Xacá" yacía el insecto con sus alas tiesas y sus patas mirando al vacío. No pude reprimir una carcajada, después de esa siguieron muchas hasta que las lágrimas inundaron mis ojos apretados. No sé cuanto tiempo permanecí en el trance bajo mi papel de verdugo con la víctima sembrada a la tierra.


Esa noche tal vez los grados de calor hicieron de mi sueño una reconciliación con el averno. Recorrí pasajes del pasado cuando la desnudez del frío hacía rechinar los dientes. Al abrir los ojos el primer sonido que reconocí fue el zumbar de unas alas, el corazón dio un vuelco y trotó sobre la almohada. Desistí del cómodo rebozo sobre mi espalda; mi piel exhalaba vapores. Con el garbo de los vencedores atravesé el patio, entre la neblina caliente de la madrugada, divisé al "Xacá", con la escasez de sus hojas y sus ramas extendidas como manos con artritis.

El zumbido se hacía más intenso a medida que avanzaban mis pasos de gladiador. El corazón era un tambor en medio de la selva. Presentí el debate histórico de un par de alas y el insecticida que apretaba entre mis manos. A lo lejos el teñir del metal anunciaba a los feligreses que la oración de las seis se aproximaba como la nube a la llovizna, como el oleaje a la playa....

A la altura del pecho semidesnudo, moreno y firme, con el pezón apuntando al alba, el abejorro hundió inmisericorde su aguijón maligno y venenoso, profanó la carne imperfecta formando halos solares alrededor. Agujereó el músculo y atravesó los vasos sanguíneos que estallaron sin pronunciar palabra. La carrera loca del veneno prosiguió su cometido hasta inmovilizar los brazos y flaquear las piernas. Los ojos flamearon y se erizó la nuca. El corazón era un acorde sinfónico de tambores alocados por el ritmo.

Después, el silencio. Después, un rayo de sol bailoteaba entre las ramas del "Xacá". Un cuerpo de mujer, corrosiva y mansamente, se cubría de hormigas. Ignorantes al veneno que escurría entre los labios y el cuello.

Sobre el pecho una hilerilla de sangre rodeada de manchones violáceos, un aguijón penetraba su alma.


Hay espinas que se clavan muy dentro, muy profundo. Se encarnan por el camino angosto del músculo para montar un escenario en dramas de teatro.
Última edición por Marina Centeno el Dom, 07 Jun 2009 2:09, editado 2 veces en total.
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Marina Centeno
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Pegué este texto en Poesía debiendo ser en Relato corto. Solicito a la Administración su traslado. Una disculpa por este devaneo mío. Disculpar mi torpeza.


Abrazos apretados.
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