Editorial Alaire

Mi mano es una estrella
entre las diez mil millones
(estrella más, estrella menos)
que forman la Gran Nube de Magallanes;
una galaxia enana
satélite de la Vía Láctea.
Ahora bien, mi mano está
a unos 160.000 años luz
de mí.
Esto es posible gracias
a ciertas figuras literarias
comunes en la poesía
contemporánea.
Mi mano está entre tu pelo,
sobre la hierba en Madrid,
en Las Vistillas,
acariciando a un podenco portugués.
Mi mano está prendiéndole fuego
a la casa donde se encontraba
el primer manuscrito
del Libro de los gorriones.
También está masturbándote.
Dando puñetazos a las paredes.
Cubriendo mi cara mientras llorabas
en aquella habitación de Guzmán el Bueno.
Aprentando el gatillo
entre Víznar y Alfacar.
Haciéndote un masaje.
Invocando al demonio.
Pero no está donde le corresponde.
Sujetando el ratón,
seleccionando el texto,
borrando este poema.

Gracias a la gran nube de Magallanes por hacer de tu mano una estrella y no dejarte borrar este originalismo peoma que derrocha ingenio por los cuatro puntos cardinales.
El poema es fascinante tanto en estructura como en el cautivador contenido.

Mis felcitaciones y un abrazo Ignacio.

Joan

Me parece un poema muy original, que casi roza cierto existencialismo, con el asunto de la mano, que evoca muchas cosas, a mi parecer. Un gusto volver a leer algo tuyo, Ignacio.

Saludos.

Martín Desormeaux.-

Pues esa mano está donde debía estar... me gustó mucho... es una gozada leer poemas que aporten y no resten o, sencillamente, no nos anclen... Buena mano...

Besotes,

Carmen

Muchas gracias. Un abrazo.