Editorial Alaire

Es lo más parecido a verso libre que suelo hacer. Un polimétrico.


No pude hacerlo


Él me miró a los ojos.
Yo sabía, que a veces la esperanza es una puerta
abierta al interior de la mirada,
la clara luz que alumbra el optimismo,
el clavo ardiente al cual nos aferramos
cuando el peligro acecha,
cuando todo termina.

Por eso lo intenté.
Cogí sus manos tratando de paliar incertidumbres,
y temblaron las mías indefensas
ante su frigidez.
Me aferré a ellas en la certeza inútil
de que jamás podría retenerlas,
de que nada ni nadie,
devolvería intacto ese futuro que imaginamos juntos,
ni haría del dolor que me embargaba
milagro de amistad que retrasase
el final intuido.

Siguió mirándome.
Pedía solamente una respuesta que no sonara a miedo,
un ánimo vestido de mentira,
una ilusión alzada de puntillas sobre la brevedad
de lo imposible.
Pero no pude dársela,
nublaban mis pupilas los silencios
y una lágrima amarga pugnaba por huir tras de su suerte.
No sé si fue franqueza o cobardía,
pero no tuve arrestos para fingir quimeras,
para alentar remedios que nada remediasen,
para llenar su vista con luces de un engaño.

Mirándolo mirar,
cerré los ojos.




Mario.

Mario Martínez escribió:Es lo más parecido a verso libre que suelo hacer. Un polimétrico.


No pude hacerlo


Él me miró a los ojos.
Yo sabía, que a veces la esperanza es una puerta
abierta al interior de la mirada,
la clara luz que alumbra el optimismo,
el clavo ardiente al cual nos aferramos
cuando el peligro acecha,
cuando todo termina.

Por eso lo intenté.
Cogí sus manos tratando de paliar incertidumbres,
y temblaron las mías indefensas
ante su frigidez.
Me aferré a ellas en la certeza inútil
de que jamás podría retenerlas,
de que nada ni nadie,
devolvería intacto ese futuro que imaginamos juntos,
ni haría del dolor que me embargaba
milagro de amistad que retrasase
el final intuido.

Siguió mirándome.
Pedía solamente una respuesta que no sonara a miedo,
un ánimo vestido de mentira,
una ilusión alzada de puntillas sobre la brevedad
de lo imposible.
Pero no pude dársela,
nublaban mis pupilas los silencios
y una lágrima amarga pugnaba por huir tras de su suerte.
No sé si fue franqueza o cobardía,
pero no tuve arrestos para fingir quimeras,
para alentar remedios que nada remediasen,
para llenar su vista con luces de un engaño.

Mirándolo mirar,
cerré los ojos.



Mario.

Extraordinario. Me has atrapado en una nube de emociones merced a estas precisas y preciosas descripciones, tan psicológicas como sentimentales, del trágico momento que anticipa la despedida. Hay una profunda empatía y comprensión en tus versos, que además de conmovedores, resultan humanos, porque es tan difícil transmitir una falsa esperanza de vida a un moribundo, y más si se trata de un amigo que está en su lecho de muerte. Es un dilema ético, elegir entre la mentira piadosa o la realidad desesperanzadora. Los versos del cierre son de una belleza lírica que no alcanzo a definir.

En esta ocasión te saliste del soneto, y aunque es justo reconocer que eres un magnífico sonetista, este poema polimétrico es lo mejor que te he leído. Para mí es antológico (y ontológico), lo mejor que he leído en el tiempo que llevo entrando a este foro. Mi más sincera enhorabuena por ello, Mario.

Detalle: he leído varias veces el poema, y quizá sea producto de mi imaginación, o quizá sea una intención oculta del autor, pero en este verso: "y una lágrima amarga pugnaba por huir tras de su suerte" yo leo "muerte". Si la paronomasia es deliberada, amigo, yo me quito el sombrero.

Un primera estrofa realmente hermosa y unos versos que cierran que nada tienen que envidiarle al comienzo, y por medio versos que conmueven por su gran humanidad. Hermoso poema que ha sido un gusto leer.

Un beso que te llegue al corazón

Ana

Qué maravilloso poema lleno de sensibilidad y humanidad. Fantástico
Un abrazo y felicidades
Pilar

Mario Martínez escribió:Es lo más parecido a verso libre que suelo hacer. Un polimétrico.


No pude hacerlo


Él me miró a los ojos.
Yo sabía, que a veces la esperanza es una puerta
abierta al interior de la mirada,
la clara luz que alumbra el optimismo,
el clavo ardiente al cual nos aferramos
cuando el peligro acecha,
cuando todo termina.

Por eso lo intenté.
Cogí sus manos tratando de paliar incertidumbres,
y temblaron las mías indefensas
ante su frigidez.
Me aferré a ellas en la certeza inútil
de que jamás podría retenerlas,
de que nada ni nadie,
devolvería intacto ese futuro que imaginamos juntos,
ni haría del dolor que me embargaba
milagro de amistad que retrasase
el final intuido.

Siguió mirándome.
Pedía solamente una respuesta que no sonara a miedo,
un ánimo vestido de mentira,
una ilusión alzada de puntillas sobre la brevedad
de lo imposible.
Pero no pude dársela,
nublaban mis pupilas los silencios
y una lágrima amarga pugnaba por huir tras de su suerte.
No sé si fue franqueza o cobardía,
pero no tuve arrestos para fingir quimeras,
para alentar remedios que nada remediasen,
para llenar su vista con luces de un engaño.

Mirándolo mirar,
cerré los ojos.




Mario.

Intentar destacar algunos versos es algo absurdo, todo el poema es increible. Como poesía inmojorable, como historia, de una delicadeza desgarradora que deja sin palabras. Abrazos admirados. María.

Ya han hecho un estudio magnífico de este poema tuyo, en el que estoy totalmente de acuerdo con cuanto dicen. Yo diría que no necesita más para pasar de inmediato a ser considerado como poema ANTOLÓGICO. Te envío mi más honrada felicitación (envidia sana) y un abrazo muy fuerte y emotivo, como este poema que acabo de leer.

José Manuel F. Febles

Arroban el alma estos conmovedores versos. Espléndidos.
Un abrazo poeta,

Hermoso poema, querido amigo Mario.
El tristísimo tema que lo suscita me ha tocado vivirlo en varias ocasiones y es duro, muy duro. Te quedas entre la espada y la pared sin saber qué decir, ante aquel vestigio de alegría que se está disipando a marchas forzadas.
Como siempre, tu gran sensibilidad procura la atmósfera adecuada a las circunstancias de un epílogo sanguinario, tristemente habitual en nuestros días, y moldeas la desgraciada negritud de los finales que yacen, pintando un cuadro tan natural como demoledoramente desaventurado, al amparo de la hermosura en la cercanía de tu palabra.
Ha sido un placer leerte. Felicidades.
Un fuerte abrazo.

Un poema que me traslada directamente al rincón de mis divagaciones. Allí quedo largo tiempo a solas con lo versos, con versos que arroyan mi capacidad de reacción instantánea, como estos que regalas.

Un placer haberlo descubierto.

grande Mario. Grande...Nada mas que decir...Un fuerte abrazo colega...

"Siguió mirándome.
...

Mirándolo mirar,
cerré los ojos."

Me has emocionado Mario. Yo he sentido cientos de veces esa sensación insostenible y he tenido que cerrar los ojos.

Se nota el gran esfuerzo que haces para que el poema no se te vaya por los derroteros del soneto en los que te mueves como un pez.

Gracias Óscar, me has djado anonadado con tu elogioso comentario. Me alegra que te haya gustado.
Por cierto, al decir "suerte, me refiero al destino, a ese destino de quien se va. No sé si era lo que habías entendido.
Un fuerte abrazo, compañero, y lo repito, gracias por esa opinión de mis versos.
Mario.

Gracias, Ana. Me alegra mucho que el poema te gustase. Un fuerte abrazo desde la Rioja.
Mario.

Gracias Pilar, muchas gracias por tu entrada y tus palabras. Un abrazo.
Mario.

Gracias Mar, me alegra saber que te ha gustado este poema de despedidas.
Un fuerte abrazo.
Mario.