BILBAO (super revisado) o la ciudad interior
Publicado: Vie, 08 May 2009 20:34
A mi ciudad le huele el aliento
y ese hedor flotando tiñe su de por si extraña luz
obligándonos a vivir como si viéramos
atraves del cristal de una botella de absenta.
En esta ciudad oír el canto de un pájaro
resulta esperanzadoramente ridículo,
pero el mayor absurdo es que críen en ella
su estirpe heredera de negras alas.
En la ciudad que vivo el sol no es real
y calienta sus sombrías entrañas
aspirando el humo de un tubo de escape.
Los suicidas siempre fracasan
al primer intento y sino prueban
a empezar a vivir una nueva vida.
La lluvia sirve de inspiración a los paraguas
y rebosa los charcos para recordar a los transeúntes
que tatúan el suelo de la acera con sus pisadas
el espectro de una dirección que no debieron tomar.
En mi ciudad no existen los milagros
y sin embargo todos los días
leo en el periódico que ha ocurrido alguno.
Un Dios infraordinario como el logotipo de una gran empresa
busca solar vacío con el que especular
con su inédito retorno.
Oigo a los que la critican decir que no tiene alma
pero lo que yo siempre le he echado en falta
como en una carta el remite
es que no tenga corazón.
Esta ciudad que presiente el mar
te da una paliza que rompe todos tus huesos
y sádica espera paciente como un lagarto contempla
un escaparate con los maniquís desnudos
a que se te suelden para con furia volvértelos a partir.
Vivo en ella sin que nadie me necesite
y todos los días parece precisar de mí
como yo de las farolas encendidas
y las nocturnas calles desiertas.
Las estrellas que transitan su cielo
parpadean puestas en contacto con la torre de control.
Esta ciudad bisexual travestido nunca cede el paso
y no se esfuerza por disimular
que puede perder los nervios con la facilidad
de un desertor de peatón al volante.
No tiene ojos para mirarla a la cara
pero la reconozco en cada rostro sin nombre como ella
que me cruzo con mirada apesadumbrada
de Ángeles recién desterrados
saliendo de los huecos edificios del centro
con aspecto de cartón piedra;
en el constante vomito de mansedumbre
de la boca del metro o de los andenes
de urgencias donde las ambulancias
entregan su carga con sobredosis de dolor;
en la atmosfera bucólica de entre guerras
de los parques con un banco bajo un árbol
y parejas paseando, con columpios y niños
- por todos es sabido que lo niños no nacidos
corren vestidos de primera comunión por la cloacas-;
cuando entro en un baño donde alguien olvido
tirar de la cadena o me preguntan
por una dirección equivocada,
al responder a una llamada de teléfono
con número oculto y una voz femenina
me confirma que la oferta promocional
es para alguien que no soy yo.
Hablar con la mayoría sobre el pasado de esta ciudad
resulta hacerlo de ayer mismo.
y ese hedor flotando tiñe su de por si extraña luz
obligándonos a vivir como si viéramos
atraves del cristal de una botella de absenta.
En esta ciudad oír el canto de un pájaro
resulta esperanzadoramente ridículo,
pero el mayor absurdo es que críen en ella
su estirpe heredera de negras alas.
En la ciudad que vivo el sol no es real
y calienta sus sombrías entrañas
aspirando el humo de un tubo de escape.
Los suicidas siempre fracasan
al primer intento y sino prueban
a empezar a vivir una nueva vida.
La lluvia sirve de inspiración a los paraguas
y rebosa los charcos para recordar a los transeúntes
que tatúan el suelo de la acera con sus pisadas
el espectro de una dirección que no debieron tomar.
En mi ciudad no existen los milagros
y sin embargo todos los días
leo en el periódico que ha ocurrido alguno.
Un Dios infraordinario como el logotipo de una gran empresa
busca solar vacío con el que especular
con su inédito retorno.
Oigo a los que la critican decir que no tiene alma
pero lo que yo siempre le he echado en falta
como en una carta el remite
es que no tenga corazón.
Esta ciudad que presiente el mar
te da una paliza que rompe todos tus huesos
y sádica espera paciente como un lagarto contempla
un escaparate con los maniquís desnudos
a que se te suelden para con furia volvértelos a partir.
Vivo en ella sin que nadie me necesite
y todos los días parece precisar de mí
como yo de las farolas encendidas
y las nocturnas calles desiertas.
Las estrellas que transitan su cielo
parpadean puestas en contacto con la torre de control.
Esta ciudad bisexual travestido nunca cede el paso
y no se esfuerza por disimular
que puede perder los nervios con la facilidad
de un desertor de peatón al volante.
No tiene ojos para mirarla a la cara
pero la reconozco en cada rostro sin nombre como ella
que me cruzo con mirada apesadumbrada
de Ángeles recién desterrados
saliendo de los huecos edificios del centro
con aspecto de cartón piedra;
en el constante vomito de mansedumbre
de la boca del metro o de los andenes
de urgencias donde las ambulancias
entregan su carga con sobredosis de dolor;
en la atmosfera bucólica de entre guerras
de los parques con un banco bajo un árbol
y parejas paseando, con columpios y niños
- por todos es sabido que lo niños no nacidos
corren vestidos de primera comunión por la cloacas-;
cuando entro en un baño donde alguien olvido
tirar de la cadena o me preguntan
por una dirección equivocada,
al responder a una llamada de teléfono
con número oculto y una voz femenina
me confirma que la oferta promocional
es para alguien que no soy yo.
Hablar con la mayoría sobre el pasado de esta ciudad
resulta hacerlo de ayer mismo.