Sorpresas del destino
Publicado: Sab, 02 May 2009 21:11
Es curioso como el destino
a veces se ajusta a las horas precisas,
en las que las copas de alcohol
se convierten en dueñas y señoras
de las lascivas noches en las que
quitarse las medias supone
una pasión obtusa o un tormento
para el que con un halo de esperanza
apura hasta la última gota
del enfático ardor de pasar la noche
con una hembra bien educada.
La otra noche –por ejemplo-
ensimismado en mis “fastos” verbales
intentaba explicarme la confusión
de un poema con matices de riesgo
mientras sobre mis palabras vagas
iba cayendo la noche, al tiempo que,
entre métrica y metáforas,
una mujer -bien educada-
se recostó a mi lado en la barra del bar,
echemos al fuego mi alma enferma –me dijo-
mientras me relataba su perversa orgamosfilia,
y yo como una sombra liquida
-sin salir de mi asombro- pensé en asonante,
mañana iré al psicólogo,
no sea que escuche voces
y vea imágenes como “doncellas” pálidas
que apenas tengan cerebro;
sin embargo, el básico principio del macho,
de pensar no precisamente con lo mismo
que a ella le faltaba, me hizo fijarme
en su indumentaria, en su escote,
-que como un mando a distancia-
se convertía en el dueño de la noche,
y mientras el sol se iba abriendo paso
a través de los cristales, en los labios
se fueron anotando los versos
que hicieron detenerse a las manillas del reloj.
Y aquí me tenéis, vivo,
después de haber conocido el terror
en forma de largas piernas
con las que comprarse el cielo,
con una sombra que tiembla al tener la certeza
de que es mejor separar el sexo y la poesía,
al comprobar que todo se esfuma
entre los huecos de las manos
que están vacías de amor.
a veces se ajusta a las horas precisas,
en las que las copas de alcohol
se convierten en dueñas y señoras
de las lascivas noches en las que
quitarse las medias supone
una pasión obtusa o un tormento
para el que con un halo de esperanza
apura hasta la última gota
del enfático ardor de pasar la noche
con una hembra bien educada.
La otra noche –por ejemplo-
ensimismado en mis “fastos” verbales
intentaba explicarme la confusión
de un poema con matices de riesgo
mientras sobre mis palabras vagas
iba cayendo la noche, al tiempo que,
entre métrica y metáforas,
una mujer -bien educada-
se recostó a mi lado en la barra del bar,
echemos al fuego mi alma enferma –me dijo-
mientras me relataba su perversa orgamosfilia,
y yo como una sombra liquida
-sin salir de mi asombro- pensé en asonante,
mañana iré al psicólogo,
no sea que escuche voces
y vea imágenes como “doncellas” pálidas
que apenas tengan cerebro;
sin embargo, el básico principio del macho,
de pensar no precisamente con lo mismo
que a ella le faltaba, me hizo fijarme
en su indumentaria, en su escote,
-que como un mando a distancia-
se convertía en el dueño de la noche,
y mientras el sol se iba abriendo paso
a través de los cristales, en los labios
se fueron anotando los versos
que hicieron detenerse a las manillas del reloj.
Y aquí me tenéis, vivo,
después de haber conocido el terror
en forma de largas piernas
con las que comprarse el cielo,
con una sombra que tiembla al tener la certeza
de que es mejor separar el sexo y la poesía,
al comprobar que todo se esfuma
entre los huecos de las manos
que están vacías de amor.