Editorial Alaire

Estoy en lo alto de las torres
de la iglesia de los Jesuitas,
veo el alcázar, la catedral,
unos columpios.
Me paro en todos los escaparates
llenos de espadas.
Hay muchos guiris,
muchos ancianos,
y yo me siento muy bien.
Escribo un poema en una terraza
de la plaza de Zocodover.
Querías que viniéramos juntos.
"Un día tenemos que ir a Toledo"
decías
"Es precioso"
Y era verdad,
es precioso,
aún sin ti.
Pido patatas deluxe
en el McDonalds.
Pido fuego
a unos alemanes.
Me cuelo
en un
recorrido turístico
"La campana de Toledo,
si fuera culo
menudo pedo"
dice el guía,
todos los jubilados ríen,
y yo con ellos.
El entierro del Conde Orgaz,
me mareo un poco.
Pido fuego
a uno de los jubilados
"A mi también me pasa"
"A mi también me pasa,
que hay días que me dejo el mechero
y tengo que andar pidiendo"
"Je je"
Je je.
Llegamos a la sinagoga.
"Es una visita privada,
lo digo porque
estamos coincidiendo mucho"
Y me pongo muy triste,
me despido de todos los jubilados,
les besaría en los morros.
Me siento en un parque
frente a una iglesia.
No hay un alma, respiro muy fuerte,
me siento muy bien,
muy bien.

Mira, no conocía yo ese dicho de la campana de Toledo. Pero conozco Toledo y comprendo que allí, cualquiera se siente muy bien, muy bien.

Por cierto, he disfrutado de tu buen humor, Ignacio.

Blanca

Me ha venido muy bien leerte después después del poema de Tristany.
Me haces reír porque yo también procuro colarme en las visitas guiadas en cualquier ciudad.

Gracias Ignacio por tu simpatía.

No sé que decir. me ha encantado el poema.
Pero mucho, es tan ingenioso, tan atípico.

¿qué fumabas?

un abrazo
Joan

Hola Ignacio.
Tengo que volver a Toledo, estuve en mi juventud y no he vuelto, pero espero hacerlo aunque sea en plan de jubilado.
Me gustó la naturalidad del poema, me hiciste sonreir. Un abrazo.
Mario.

Muchas gracias, un abrazo