Con la furia desatada de la prisa
he perdido la serena paz de la palabra,
y con ella,
el arca que guardaba las huellas del pasado
allá donde el grano de mostaza se hizo espiga.
Como estrellas de carbón veo rodar las piedras de los ríos,
ciegos van los soles del invierno desangrándose en escarchas,
y las tímidas semillas de mis curvados girasoles
destapan sus temores más profundos
cuando sienten acercarse la voz de la tormenta.
Bajo este azul de inútiles burbujas
despierta rutilante la certeza de saberme
hijo predilecto de mis propias convicciones.
Y aún así, a riesgo de poder equivocarme
por tanto hurgar en el fondo de las letras,
armado con el instinto afilado de una pluma,
abandono el cegado pozo de viejas galerías
para derramar toda la luz que dormía larvada en mis costados.
*Andros
