También se vive de sueñosEs un día tan hermoso, el cálido sol de otoño que entra por la ventana entibia mi piel. Sentada en el sillón de mimbre (recuerdo de mi abuela), arrebujada entre las puntillas de los almohadones me siento feliz. Como si estuviera abrazada por el hombre que amo y el calor de su cuerpo me llenara de paz. Les quiero contar que no es frecuente sentirme de esta manera. Por lo general soy melancólica y como en un disco antiguo, la nostalgia por las cosas que se fueron o que no viví me acompaña siempre. Y por supuesto mi amiga soledad, a la que no puedo dejar de nombrar, está siempre a mi lado. Ella es como mi segunda piel; a veces en invierno no importa que me abrigue mucho, ya que de tanto en tanto por su culpa tengo frío. Pero te cuento también sobre ella, no es tan mala como la gran mayoría de la gente piensa. Con el tiempo es como un amigo que está siempre ahí, a cualquier hora que lo busquemos y no le importa hacer otra cosa que acompañarnos. De pronto; pienso en las tardes cuando salgo a caminar y me siento en algún boliche a leer o escribir, miro por la ventana como pasa la gente apurada. Tal vez algunos se apuran por llegar y estar con la familia, otros por estar a solas y despejar su cabeza y su alma del tumulto de voces y ruidos de la calle o el trabajo. También están los que caminan lentamente, retrasando la vuelta con la espalda encorvada y sin nadie que les espera. Éstos son los que le temen a la soledad y no le dan un espacio en su vida. En los días que salgo temprano, al subir a los colectivos me doy cuenta que la gente no se fija en quién va a su lado. Y si consigo un asiento, observo a las personas, busco un signo, el porqué de gestos hoscos y agresivos. O de sumisión en otros que se dejan pisotear o empujar, callándose y sin que les pidan disculpas se corren hacia el fondo. Es tan difícil descifrar actitudes ajenas, si a veces no puedo hacerlo con las mías. Pero hoy me siento bien aquí, en mi cuarto, la música suave me ayuda a pensar. Tengo mis libros sobre la mesa, mis cuadernos en los que vuelco mis sueños. Y por supuesto está soledad; a veces me parece que al cerrar la puerta la dejé afuera, que no le di tiempo a entrar. Pero no, al recostarme en la cama se pone a mi lado y nos tapamos muy bien para no temblar. Es que ya me voy acostumbrando a su presencia y en medio de mi soledad me siento acompañada. Parecerá loco lo que te cuento, pero así lo siento, creo que ella va a estar siempre ahí. Junto con mis recuerdos, está mi perro de peluche que me mira con sus ojos grandes y parece que levanta sus grandes orejas que tantas veces secaron mis lágrimas. Llega el momento de volver al mundo, dejo de volar por la habitación con mis fantasías. Y aterrizo en la cocina, mi familia es real y no vive sólo de sueños como los poetas. Así que voy a inventar alguna comida, tengo los ingredientes principales: ganas de hacerles algo rico, deseos de que lo disfruten y tiempo y amor si quieren esperarme para compartirlos juntos.
SOLEDAD REY
