Wagner
Publicado: Sab, 04 Abr 2009 19:07
Me dices que escriba un poema escuchando a Wagner.
Yo estoy bebiéndome un litro de cerveza en mi habitación de Chamberí.
No tengo ninguna puta gana de escribir un poema escuchando a Wagner,
pero lo intento.
Y es imposible, casi lo vomito todo.
Bebo otro trago largo
y lo vuelvo a intentar.
Las tubas se clavan en mi hígado, estoy a punto
de echarme a llorar.
La gente a la que amé está haciendo el amor con desconocidos.
Abro la ventana, los platos se suceden.
Me dan de hostias y me descubro escribiendo rápido.
Tan rápido que no puedo reparar en lo que escribo.
Escribo sobre aquella vez en la que me metí en mi armario
gritando a pleno pulmóm
¡Hija de puta! ¡Hija de puta!
¡Yo soy Arturo Bandini!
Y escribo sobre (bebo otro trago largo de cerveza)
cuando te echabas a llorar y yo me mantenía ahí,
muy serio, mirando al techo.
Pienso en que las masturbaciones de Wagner debían de ser grandiosas,
colosales,
ejércitos de espermatozoides conquistando el mundo.
Me da una arcada pero sólo paro para beber más cerveza.
Más cerveza, más versos y los violines en el pecho como puñales de aire.
Llega una parte tranquila que me deja recordar por un momento
cuando salvé a aquella paloma de morir ahogada en un estanque
y como me besaste y me dijiste: eres un héroe.
Pero no hay tregua.
Y vuelve la tormenta, hace un día hermoso, sin embargo, ahí afuera.
enciendo un cigarrillo que baila entre el índice y el anular mientras arde.
Arde bailando a Wagner sobre los carácteres alfabéticos
que han compuesto este mundo.
Con estos veintiséis soldados conquistaré el mundo.
Menuda patraña ¿Quién dijo eso?
¿Había escuchado a Wagner?
¿Había intentado escribir un poema escuchando a Wagner?
Acaba una pieza y oigo sonar el teléfono.
No puedo cogerlo, ahora no, porque diría la verdad,
y estaría jodido.
Pero gracias a dios empieza otra y ya no hay nada más.
La ceniza cae entre la e y la erre y la acaricio.
Bebo otro trago y respiro fuerte para enfrentarme al final.
No hay demonios, tierras santas, fronteras o amor aquí.
Nos hemos convertido en esclavos de nosotros mismos.
Y hasta un escalofrío nos parece objetivo.
Yo estoy bebiéndome un litro de cerveza en mi habitación de Chamberí.
No tengo ninguna puta gana de escribir un poema escuchando a Wagner,
pero lo intento.
Y es imposible, casi lo vomito todo.
Bebo otro trago largo
y lo vuelvo a intentar.
Las tubas se clavan en mi hígado, estoy a punto
de echarme a llorar.
La gente a la que amé está haciendo el amor con desconocidos.
Abro la ventana, los platos se suceden.
Me dan de hostias y me descubro escribiendo rápido.
Tan rápido que no puedo reparar en lo que escribo.
Escribo sobre aquella vez en la que me metí en mi armario
gritando a pleno pulmóm
¡Hija de puta! ¡Hija de puta!
¡Yo soy Arturo Bandini!
Y escribo sobre (bebo otro trago largo de cerveza)
cuando te echabas a llorar y yo me mantenía ahí,
muy serio, mirando al techo.
Pienso en que las masturbaciones de Wagner debían de ser grandiosas,
colosales,
ejércitos de espermatozoides conquistando el mundo.
Me da una arcada pero sólo paro para beber más cerveza.
Más cerveza, más versos y los violines en el pecho como puñales de aire.
Llega una parte tranquila que me deja recordar por un momento
cuando salvé a aquella paloma de morir ahogada en un estanque
y como me besaste y me dijiste: eres un héroe.
Pero no hay tregua.
Y vuelve la tormenta, hace un día hermoso, sin embargo, ahí afuera.
enciendo un cigarrillo que baila entre el índice y el anular mientras arde.
Arde bailando a Wagner sobre los carácteres alfabéticos
que han compuesto este mundo.
Con estos veintiséis soldados conquistaré el mundo.
Menuda patraña ¿Quién dijo eso?
¿Había escuchado a Wagner?
¿Había intentado escribir un poema escuchando a Wagner?
Acaba una pieza y oigo sonar el teléfono.
No puedo cogerlo, ahora no, porque diría la verdad,
y estaría jodido.
Pero gracias a dios empieza otra y ya no hay nada más.
La ceniza cae entre la e y la erre y la acaricio.
Bebo otro trago y respiro fuerte para enfrentarme al final.
No hay demonios, tierras santas, fronteras o amor aquí.
Nos hemos convertido en esclavos de nosotros mismos.
Y hasta un escalofrío nos parece objetivo.