Palabras para L. Cernuda
Publicado: Jue, 02 Abr 2009 13:02
No sé si ésta, la pobre savia que ahora heredo,
es capaz de tu nombre, sea capaz de ti
ni sé si ahora mis ojos, su nostalgia
de árbol venidero y ya caído,
sujeta el engranaje de tus versos,
pero en la noche leo tu advertencia,
que sigue siendo igual,
el mundo no ha cambiado y solamente
las industrias son otras. Cuando leo,
me acuna ese dolor que conformaste
en tus blancas palabras
y me duele la vida que has vivido
y vuelves a vivir, pues es la misma
tu pena que la mía. Duras piedras
acusan lo cimero. Si acusaron,
duras manos mantienen su semblanza.
Vago por los infiernos que vagaste
con la sed en la voz,
con el amor oculto entre las sombras,
con el canto aparente
del que quiere decir y el mundo no lo oye.
También en las ciudades flota aquello
que te abismó el deseo y sigue habiendo ríos
que ha de cumplir el tiempo solamente.
Pero aún así, en silencio,
cuando la noche muestra esos orines
de transeúntes locos, que tampoco comprendo,
me abismo en tus escritos y te noto
derrumbar mis entrañas.
Años llevo también de no entender al mundo
y de esperar la mano que sujete
al ser que con tu nombre vive, ahora,
la misma lasitud en la que vivo.
Pero vendrán los otros,
los que abran el libro y nos resuman,
en una sola llaga, esa sentencia
de volcar en amor todos los versos.
Si alguna vez la losa, donde el olvido fuere
un recuerdo de algo que se perdió en la piedra,
se levanta y te encuentro,
pídeles a los dioses que no rompan
de nuevo la memoria, porque entonces en ti
tendrá valor mi mano y, entre las violetas
y los cardos que fueron nuestra pena,
podré gritar también que vine para eso.
No se muere quizás quien no ha vivido
una razón tan alta en su existencia.
es capaz de tu nombre, sea capaz de ti
ni sé si ahora mis ojos, su nostalgia
de árbol venidero y ya caído,
sujeta el engranaje de tus versos,
pero en la noche leo tu advertencia,
que sigue siendo igual,
el mundo no ha cambiado y solamente
las industrias son otras. Cuando leo,
me acuna ese dolor que conformaste
en tus blancas palabras
y me duele la vida que has vivido
y vuelves a vivir, pues es la misma
tu pena que la mía. Duras piedras
acusan lo cimero. Si acusaron,
duras manos mantienen su semblanza.
Vago por los infiernos que vagaste
con la sed en la voz,
con el amor oculto entre las sombras,
con el canto aparente
del que quiere decir y el mundo no lo oye.
También en las ciudades flota aquello
que te abismó el deseo y sigue habiendo ríos
que ha de cumplir el tiempo solamente.
Pero aún así, en silencio,
cuando la noche muestra esos orines
de transeúntes locos, que tampoco comprendo,
me abismo en tus escritos y te noto
derrumbar mis entrañas.
Años llevo también de no entender al mundo
y de esperar la mano que sujete
al ser que con tu nombre vive, ahora,
la misma lasitud en la que vivo.
Pero vendrán los otros,
los que abran el libro y nos resuman,
en una sola llaga, esa sentencia
de volcar en amor todos los versos.
Si alguna vez la losa, donde el olvido fuere
un recuerdo de algo que se perdió en la piedra,
se levanta y te encuentro,
pídeles a los dioses que no rompan
de nuevo la memoria, porque entonces en ti
tendrá valor mi mano y, entre las violetas
y los cardos que fueron nuestra pena,
podré gritar también que vine para eso.
No se muere quizás quien no ha vivido
una razón tan alta en su existencia.