EL CIELO QUE NOS CUBRE
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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- Registrado: Mié, 11 Mar 2009 20:39
EL CIELO QUE NOS CUBRE
Esta carne tan blanca y tan sensual
Que algo de niña impúber conserva todavía
Y que buscó durante años el simple goce de los cuerpos,
Es hoy mi obsesión de hombre maduro
Que nunca sospechó en sí mismo al pederasta
Hasta que la mediana edad lo halló podrido
De lujurias secretas y decadencia pública.
No hay más que verla casi desnuda junto al mar
Para detestar la prisa con que de nosotros huyó la juventud
Llevándose con ella la salud y la potencia
Que nos era propia y natural.
Escondemos ahora, pues, estas carencias
Bajo un velo de hombría amable y comprensiva
Que apenas logra ocultar esa evidencia
De ser sólo pálidos fantasmas de otro tiempo
En que consiste hoy el seguir vivos.
Y yo maldigo, por mi parte, el pensamiento
Que me tiene sobre ascuas a su lado:
“¿ porqué no podría amar esta dócil meretriz
A este pobre ingenuo que en mí vive
Con el músculo y la mente enemistados,
Ya sin la cómplice voluntad que antaño unía
A esos dos a la hora de izar una bandera
O cualquier otra cosa que también haya de erguirse
Hasta lo más alto, para saludar al paso de la vida?”
¡Vana pesadumbre da la vana esperanza! …
Pero peor es no arriesgarse a recibir la pena
Y, por no sufrir el ridículo, aceptarse como muerto.
Por eso finjo una antigua candidez que nunca tuve
Para igualar la suya cuando dice:
“yo siempre creí en el amor”. Mientras, repasa
La lista inacabable de todos sus novios, y me informa
- Al detalle- de las mejores posturas según el número
De amantes que se puedan reunir en una cama.
Desde luego, no sólo en la piel sin máculas ni sombras,
También en su alma sobrevive la gracia infantil
Que sabe mezclar la ordinariez con lo sublime,
Como es el caso de esta frase formulada en alta voz
- Con la despreocupación de quien pide un refresco-
Tras tenderse boca arriba sobre la arena,
Y sin hacerle concesiones al pudor:
“ Cariño, pásame un dedito por el monte”.
( Todo un cóctel explosivo que en mí provoca
-Efectivamente- una explosión bajo el pantalón de baño,
Lo que en mi estado es más un milagro que un suceso)
Luego sonríe, y al sonreír es cuando se le nota
La cara de placer algo descorrida sobre la mueca de dolor,
Como dos capas no del todo superpuestas.
Comprendo que mi ilusión de imaginarla niña es una estafa
Que le sugiere mi corazón a mi cabeza ( o acaso sea a la inversa),
Y que el único niño que hay entre nosotros es, en realidad, mi deseo
De regresar a toda costa a la propia infancia: a toda costa
Y de cualquier modo, como es corriente entre los poetas.
¿ Qué otra cosa explica nuestra situación , aquí tumbados,
Retando con nuestra pasividad feliz ( con la honrosa excepción
De un dedo infatigable) la pasividad del cielo que nos cubre?
Si hay o no hay un dios ya no es cosa que me incumba.
En cambio me incumbe esta mujer como me incumbe la locura
Al amar de ella, sobretodo, su generoso corazón de geisha
Y la inconfundible voz de corista caprichosa.
Pues me tengo por hombre cuya perdición es ya segura
Al no debérsela a cualquier debilidad sino sólo a mi conciencia,
De ahí que no le tenga en cuenta su escasa discreción
Ni su impudor, características de todo buen salvaje:
“ Cariño, ¡ pásame el dedito por el monte!”
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Noia, 14/10/2008.
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