Editorial Alaire

Lo que soñaba Gabriela cuando dormía



A Gabriela Bruckner






No se me ocurre nada. Es decir: se me ocurren todas las cosas. Todas las cosas son nopodermiento, como dice Gombrowicz
—creo.<xml><o></o>
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A veces no creo en mí. Y este no creer viene consolidado generalmente bajo la pose de la reclinación. Vale decir, a qué tanta palabra, me acuesto. Me acuesto y me dejo. Me acuesto, me dejo y soy una evaporación.<o></o>
Una vez que me evaporo me siento feliz. Como cuando huelo el papel, o las tostadas, o anulo una cita. En verdad me gusta más anular las citas que caer en ellas. Porque eso es lo que siento, que caigo; no que voy a, o voy hacia, o voy con, o voy por… no, no, no. Siento que caigo.



Caigo. <o></o>
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El ventilador gira y gira. Yo giro. Me gusta girar. Girando también me evaporo. Y soy feliz.<o></o>
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Tedio. Siento tedio. No me hallo ni dentro del tedio. No sé siquiera si he nacido, o si ya nacida tengo la capacidad de suspenderme fuera del tedio.<o></o>
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Los lentes van. Los lentes vienen. Recuerdo que mi abuela usaba lentes, pero eran lentes pesados. Pesados como párpados, como anclas, como pájaros.<o></o>
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Los lentes tienen vidrios y el vidrio no existe. Suena, pero no existe. Así me gusta pensarlo, no de otro modo. A mi abuela también. <o></o>
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Evaporada, evaporados. Inexistentes. Como yo.<o></o>
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<o>Rafael Teicher</o>
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Me ha gustado mucho, Rafael. Y me lo he pasado bien.

Convendría, guaje, que le dieras un repasito, ya sabes: las cositas que hace el Word, y estorban un poquín la lectura.

Blanca

Muchas gracias blanca creo que ya lo he pasado de nuevo sin esas molestias, muchas gracias

un abrazo

Rafael