Editorial Alaire

La savia de mi alma
estaba triste.
Oía el cantar de los grillos exultante.
Echaba de menos la música de tu voz,
de tus andares,
de tu fantástica presencia...
Anichecía
y te sentía vivo en las hojas de los verdes saucews
primaverales,
y te sentía vivo
en las venas
de los viejos robles de un paisaje
sumido en el dolor y en la pena.

Anochecía
y te sentía vivo en las hojas de los verdes sauces
primaverales,
y te sentía vivo
en las venas
de los viejos robles de un paisaje
sumido en el dolor y en la pena.

Con frecuencia, lo que nos rodea está lleno de la presencia de aquellos a quienes echamos tanto de menos.

Triste, pero me ha gustado, Maria José.

(Por cierto, te convendría corregir en el original un par de cosillas: Anochecia y sauces.)

Blanca