LA CUERDA DE LA EXISTENCIA Y LA IGNORANCIA DEL NUEVO BURGUÉS
Publicado: Dom, 15 Mar 2009 20:25
LA CUERDA DE LA EXISTENCIA Y EL NUEVO BURGUÉS QUE SE PUDRE ENTRE SU IGNORANCIA
Muchos, permanecen ahí arriba.
Saborean con rubor el mercurio recluido en los nudillos
tras el hálito sudoroso de la momia
que regenta el mostrador taxidermista del insulto
y perpetúa a golpes el ruego estéril de los labios.
Mastican bolas de alcanfor,
más las heces que vomitan los cirros quirópteros,
sobre las alas mutiladas del viento.
Se resquebraja la apatía
tras el zambombazo trasnochador de la sartén
contra el dolmen bucal que chulea con orgullo de aluminosis.
El dolor emerge a ras de esputo
entre la umbría y el marfil astillado de los dientes.
Los colmillos de hormigón carecen de estructura.
Se revaloriza el ego,
se acurruca entre el sudor insultante de la mano
y las caderas vaporosas que perfilan con la hormona disparada del cincel,
el calor curvilíneo de la empuñadura…
Otros rapelan contraproducentes,
borrachos de toda irresponsabilidad.
Asidos a una cuerda enmarañada
en el sentido que un batallón de agujas de arena,
imprime sobre el agujero de la bota
que maquilla con socavones la salobridad del estiércol.
Y fornican los cabos de la mecha.
Por un extremo, las obligaciones del nuevo burgués,
podrido entre su ignorancia
como la “o” de un canuto jamás exhalada.
Por el otro, lo que se supone los derechos del individuo
inmortalizando las cicatrices de la autoestima.
La dignidad del hombre,
es el lazo que jamás podrá sostener el peso de la humillación
que imprime la ponzoña del prójimo…
Las lámparas rojas se hacen latentes
sobre la cubierta de sábanas blancas
que techan el pundonor del avance en circulo,
en un canódromo de gatos.
El prejuicio de las piedras,
impacta contra la lapidación de la carne
a través de la suspicacia de la murga que hipoteca los sentidos,
bajo el mando suntuoso del pentagrama vejatorio de la existencia
y sus verjas electrificadas.
Mientras, el falo se sacude ignorante el egoísmo,
encima del ovulo que se auto flagela
en el reflejo punzante de las cuchillas.
Y se repite la historia de siempre.
La del que comienza acumulando grasa
conectado a los senos amorfos del origen,
para subsistir en este carrusel de cadáveres
desplomados desde la boca,
hasta el sarcasmo de la zanja…
Muchos, permanecen ahí arriba.
Saborean con rubor el mercurio recluido en los nudillos
tras el hálito sudoroso de la momia
que regenta el mostrador taxidermista del insulto
y perpetúa a golpes el ruego estéril de los labios.
Mastican bolas de alcanfor,
más las heces que vomitan los cirros quirópteros,
sobre las alas mutiladas del viento.
Se resquebraja la apatía
tras el zambombazo trasnochador de la sartén
contra el dolmen bucal que chulea con orgullo de aluminosis.
El dolor emerge a ras de esputo
entre la umbría y el marfil astillado de los dientes.
Los colmillos de hormigón carecen de estructura.
Se revaloriza el ego,
se acurruca entre el sudor insultante de la mano
y las caderas vaporosas que perfilan con la hormona disparada del cincel,
el calor curvilíneo de la empuñadura…
Otros rapelan contraproducentes,
borrachos de toda irresponsabilidad.
Asidos a una cuerda enmarañada
en el sentido que un batallón de agujas de arena,
imprime sobre el agujero de la bota
que maquilla con socavones la salobridad del estiércol.
Y fornican los cabos de la mecha.
Por un extremo, las obligaciones del nuevo burgués,
podrido entre su ignorancia
como la “o” de un canuto jamás exhalada.
Por el otro, lo que se supone los derechos del individuo
inmortalizando las cicatrices de la autoestima.
La dignidad del hombre,
es el lazo que jamás podrá sostener el peso de la humillación
que imprime la ponzoña del prójimo…
Las lámparas rojas se hacen latentes
sobre la cubierta de sábanas blancas
que techan el pundonor del avance en circulo,
en un canódromo de gatos.
El prejuicio de las piedras,
impacta contra la lapidación de la carne
a través de la suspicacia de la murga que hipoteca los sentidos,
bajo el mando suntuoso del pentagrama vejatorio de la existencia
y sus verjas electrificadas.
Mientras, el falo se sacude ignorante el egoísmo,
encima del ovulo que se auto flagela
en el reflejo punzante de las cuchillas.
Y se repite la historia de siempre.
La del que comienza acumulando grasa
conectado a los senos amorfos del origen,
para subsistir en este carrusel de cadáveres
desplomados desde la boca,
hasta el sarcasmo de la zanja…