El jardín
Publicado: Mar, 15 Ene 2008 20:47
Si todo tiempo es un presente eterno
todo tiempo es irredimible.
T. S. Eliot
Pudiera el día ser las hélices rodantes de algún lejano dios que escoge nuestra esencia. Pero la noche, es el lugar cercano de las rosas y el punto donde el miedo abre sus muebles llenos de miseria. Por eso, porque la sombra acoge el duelo entre las manos y escribe sus metales imposibles, hemos venido a ser el débil perecer frente al otoño. Hemos llegado a ser el cauce y el silencio, la sola vastedad por donde el aire escribe su trapecio innumerable. Y si después de todo, después de haber nacido tantas veces, después de haber quebrado el curso de la muerte y su ventana, después de haber sido tormenta o luz, nos queda la pregunta; qué viene, qué inexplicable espiga se tarda en su callar para exprimir la sangre de la sangre, qué desteñido clima se nos lanza para volvernos piedra entre las piedras. Hay un quebranto inmenso en la palabra. Hay una voz dejando que la piel se extinga. Hay un saberse muerto en la vivencia. Es más terrible el duelo de la edad, y el paso de su clima herido bordándose en las manos.
Abajo, en la memoria, un campo abre su luz para la escarcha.
todo tiempo es irredimible.
T. S. Eliot
Pudiera el día ser las hélices rodantes de algún lejano dios que escoge nuestra esencia. Pero la noche, es el lugar cercano de las rosas y el punto donde el miedo abre sus muebles llenos de miseria. Por eso, porque la sombra acoge el duelo entre las manos y escribe sus metales imposibles, hemos venido a ser el débil perecer frente al otoño. Hemos llegado a ser el cauce y el silencio, la sola vastedad por donde el aire escribe su trapecio innumerable. Y si después de todo, después de haber nacido tantas veces, después de haber quebrado el curso de la muerte y su ventana, después de haber sido tormenta o luz, nos queda la pregunta; qué viene, qué inexplicable espiga se tarda en su callar para exprimir la sangre de la sangre, qué desteñido clima se nos lanza para volvernos piedra entre las piedras. Hay un quebranto inmenso en la palabra. Hay una voz dejando que la piel se extinga. Hay un saberse muerto en la vivencia. Es más terrible el duelo de la edad, y el paso de su clima herido bordándose en las manos.
Abajo, en la memoria, un campo abre su luz para la escarcha.