
Igual que el viento huye a veces como río desbordado
así va creciendo el pensamiento en su temor,
sin descanso,
atrapado entre las redes de las vanas ilusiones.
Guiado por la brújula falaz del calendario
se convierte en mesonero del silencio
al ver que sus sólidas piedras de granito
se van desmoronando una a una sin piedad
en medio de la gélida mordaza que le ahoga.
Así,
no es fácil que vuele la palabra entre sonrisas
como vuelan las alegres gaviotas de los sueños,
ni tampoco es posible despertar del ascético letargo
tras oir los blancos madrigales del mirlo en la mañana.
Cuando el miedo empaña los cristales de la frente
con errantes oleadas de espumas nebulosas
se congela el corazón y la mirada,
la angustia asienta sus volutas en la piel,
y un sarcófago labrado entre fuego de basaltos
espera atrincherado la llegada de la muerte.
*Andros