A Samantha Fernandez, con mi gratitud y afecto.
Todo está lleno de dioses(*)
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que recorriendo túneles del tiempo me ocultan las estrellas
cuando intuyo que aunque no puedes verme, me adivinas.
Y en tanto hilo silencios, teje sus porqués la noche,
y a oscuras me pregunto quién podría querer ser extranjero,
quién profeta, quién sombra, sólo sombra,
o quién bajar al averno, a lo confuso,
en un rincón inhóspito
el libro egipcio de los muertos espera que le preste mis manos, pase página,
me adentre por caminos de agua
(una aproximación serena hacia la muerte), y a bocajarro me tope con sus dioses.
Sus dioses, ésos que oigo bajo mi piel
cuando me laten gemidos paralelos,
cuando me respiran, o acompasan las horas
y me ocultan seis cifras: una fecha. O mil fechas
(Ay, poder morir. Poder morir mil veces, hasta quedar exhausta de morirme.)
Debo volver -me digo-, recompongo la luz en mi memoria:
tras los párpados, lloran los ojos aguanieve de albedo, amargo albedo.
Y vuelvo.
Oigo mi nombre
(la querencia me vence hacia tu orilla, desnuda mar sobre la piedra)
y entonces, hacia aquellas aguas, amor, aquellas aguas,
vuelo.
Blanca Sandino
(*)Tales de Mileto