LA PALABRA DEL EXTRANJERO (corregido)
Publicado: Dom, 18 Ene 2009 23:05
LA PALABRA DEL EXTRANJERO
Si fuese realmente “yo”, pero me siento extranjero de esos breves
instantes vividos dentro de mí mismo, siento la certeza, en la
incertidumbre de ser, mi repugnancia visceral a todo enraizamiento,
... existir, fuera de toda pertenencia, sin asumir dependencias, sin ser
subsidiario, nómada de mí mismo delineado por el vértigo de la vida,
por la interioridad del trazo en la ausencia de todo lugar.
Eterno paria, mi huida es ilusoria, mi salvación está en mi próxima
palabra, mi próximo libro.
Según me voy afirmando me siento más extranjero, más desarraigado,
sólo este mundo extranjero puede ser mío y su desierto mi destierro
donde están abolidos los límites, sólo la arena infinita puede acompañar
mi palabra muda, mi simiente hasta el vasto horizonte.
Mis palabras crecen llameantes en los bordes insepultos de la página,
como teas encendidas alumbrando este amasijo de barro, siempre al
margen del libro insaciable.
Mis palabras expresan su propia soledad vertebrada en la mudez de mis
silencios, la desolación de sus límites, atrapado entre el fuego que las
devora, sitiado entre su inabarcable destino, en ese inmenso y arenoso
desierto lleno de millones de granos de sed.
Mis palabras se aferran a esa página del grosor del aire y los sueños,
desafiando el tiempo imperenne, vagabundeo al otro lado de la página
solitaria en ese blanco desierto vacío como un extranjero errante ...
perfilándome, sobre mi propia devastación, olvidado entre sus confines.
Me veis como algo distante, pero la ausencia de ese extranjero lleva
grabado mi rostro, la imagen sonora de mi “yo”, ¿cómo puedo ser
extranjero de mí mismo?, levantarme y ser el mismo de siempre, la
misma piel, el mismo rostro hablándome con esa inexplicable impa-
ciencia, ese diálogo interino confabulador, convertido en un monólogo
de dos animas tributarias ... una de otra.
El extranjero a través de sus actos prueba su voluntad de existir, su
reconocimiento de sí mismo, de su voz solitaria, de sus ojos llenos
de pasado.
El extranjero no dormita en su ausencia primaria, va pasando páginas,
brotando sus palabras, sintiendo sus aristas ardientes, no hacen falta
señales al pie de la página en llamas ...
es un barquero del tiempo, desterrado a vagar al borde insepulto de la
palabra, en el latir de su caminar ausente, en su búsqueda dispersa en
breves momentos.
La distancia que me separa de mí, de ese extranjero que está por llegar,
su silencio entumecido ... sin saber muy bien qué esperar, dónde estar,
a dónde ir, nada puedes hacer por mí ...
sostengo tal cantidad de palabras, que entre cada blanco intervalo ...
se ahoga mi voz.
¿Cómo se puede ser, uno mismo?, donde casi todo nos ha sido
impuesto, donde la fragilidad de todo arraigo no puede echar raíz
en este suelo ingrato.
En este vagar errante, en este desmedido exilio se va consolidando
la indigencia existencial, el desarraigo.
El extranjero pertenece a otro lugar, qué importa a quién albergue ...
¿ hay algo más extranjero que la ausencia? ...
la soledad de ese extraño “yo” del que nos sentimos responsables,
abro esa soledad como un libro, carente de páginas.
La niebla envuelve el camino de ese silencio malherido donde te
alejas, solo, extranjero de rostro mellado, de ojos llenos de eternidad,
tu pensamiento vaga en un universo desmoronado espejado en una
lectura incómoda, donde las palabras se enfrentan a sí mismas o se
pierden en esa nómada errancia ...
aferrarme a ti, en mi soledad, en este oscuro desamparo, se aprecia
nuestra afinidad, nuestra larga ausencia.
Seguramente ese lugar abstracto, es ningún lugar, la ilusión de un
sueño dentro de esa mediocre cotidianeidad, nuestro mundo
occidental roe el vacío, las ausencias, la nada ...
y entre todo, el lacerante grito de este tiempo traicionado, esta
dependencia atroz, inmisericorde ... este mundo herido,
siento que mi vida y muerte comparten el mismo suspiro, en este
vacío infinito que sostiene el mundo.
EPILOGO.
No tengo el valor de leerme donde tanto dolor me escribe, estoy
en esas palabras, cada vez más pesadas, según voy envejeciendo.
Cuando mi última palabra se vierta sobre la blancura de la página,
el libro se cerrará inexorablemente.
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