Te habría de acusar de avasallarme
con cálidas palabras al oído,
con suspiros y besos
que me hacen morir entre tus brazos.
Tendría que culparte y querellarme
por no dejarme en paz toda la noche,
acosando mi sueño
con tu afán insaciable de caricias.
Y cargar sobre ti toda la culpa
de mantenerme en ascuas cada día
persiguiendo mi abrazo
y buscando el calor de mi mirada.
Te habría de imputar y delatarte
por robarme la calma y el sosiego
y no darle respiro
a mi cuerpo debajo de la sábana.
Habría de achacarte sin excusas
el ser la responsable del agobio
que pesa sobre mí
por no estar a la altura de tus ansias.
Pero no puedo hacerlo, mentiría;
tú eres inocente de esos cargos
y no puedo acusarte
sin montar contra ti una calumnia.
** ** **