Editorial Alaire

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.
(...)

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.

Blanca Sandino escribió:

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.
(...)

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.

Una pena que no lo sepa, Ernesto, seguro que no lo olvidaría jamás. Leer tu poema es, como siempre, toda una aventura.


Blanca

Julio González Alonso escribió:Buen poema de amor, porque se trata de un poema de amor se mire por donde se mire, aliñado de la cotidianeidad de la vida urbana, incluídos los grandes almacenes. Amor platónico, ¡para que luego digan que está pasado de moda!, y una sensibilidad rayana en la ternura que tiende a proteger el objeto del deseo. Pero me da la impresión de que escribes muy deprisa, tecleando frenéticamente por encima de tus obsesiones, porque el texto tiene algunos errores de dedo y otras cosillas mejorables; nada, sin embargo, que le reste belleza a tu trabajo, Ernesto.
Salud.

Ernesto perez escribió:Porque todas las mujeres deben tener un nombre,
se llama Alba, porque yo se lo puse,
porque solamente puede llamarse Alba
si tiene esa mirada verde
de arrancar margaritas que siempre dicen si
y porque cuando sonríe siempre amanece en mi pecho.

Y porque ya no me observa ni el maniquí
del escaparate de los jerseys,
aquel anoréxico que siempre va desnudo de ombligo para abajo,
el mismo al que todos los hombres solitarios
le dibujamos un coño con la mente.

Por eso se llama Alba,
porque está allí al otro lado de la calle,
esperando como siempre el autobus rojo,
ordenándose el flequillo con la mano izquierda,
mientras sus labios hacen juego con la señal de ceda el paso.

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.

Por eso se llama Alba porque yo se lo he puesto,
porque ya no sabría cruzar este paso de peatones,
si ella no le da equilibrio a mis pisadas,
ni el café del desayuno me sabría tan dulce
si no cuento sus bostezos tras el humo,
o como cruza las piernas cuando se sienta
o ese lunar de su cuello que desea como yo
caerse escote abajo.

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.

Ernesto perez escribió:Porque todas las mujeres deben tener un nombre,
se llama Alba, porque yo se lo puse,
porque solamente puede llamarse Alba
si tiene esa mirada verde
de arrancar margaritas que siempre dicen si
y porque cuando sonríe siempre amanece en mi pecho.

Y porque ya no me observa ni el maniquí
del escaparate de los jerseys,
aquel anoréxico que siempre va desnudo de ombligo para abajo,
el mismo al que todos los hombres solitarios
le dibujamos un coño con la mente.

Por eso se llama Alba,
porque está allí al otro lado de la calle,
esperando como siempre el autobus rojo,
ordenándose el flequillo con la mano izquierda,
mientras sus labios hacen juego con la señal de ceda el paso.

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.

Por eso se llama Alba porque yo se lo he puesto,
porque ya no sabría cruzar este paso de peatones,
si ella no le da equilibrio a mis pisadas,
ni el café del desayuno me sabría tan dulce
si no cuento sus bostezos tras el humo,
o como cruza las piernas cuando se sienta
o ese lunar de su cuello que desea como yo
caerse escote abajo.

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.

Óscar Bartolomé Poy escribió:

Ernesto perez escribió:Porque todas las mujeres deben tener un nombre,
se llama Alba, porque yo se lo puse,
porque solamente puede llamarse Alba
si tiene esa mirada verde
de arrancar margaritas que siempre dicen si
y porque cuando sonríe siempre amanece en mi pecho.

Y porque ya no me observa ni el maniquí
del escaparate de los jerseys,
aquel anoréxico que siempre va desnudo de ombligo para abajo,
el mismo al que todos los hombres solitarios
le dibujamos un coño con la mente.

Por eso se llama Alba,
porque está allí al otro lado de la calle,
esperando como siempre el autobus rojo,
ordenándose el flequillo con la mano izquierda,
mientras sus labios hacen juego con la señal de ceda el paso.

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.

Por eso se llama Alba porque yo se lo he puesto,
porque ya no sabría cruzar este paso de peatones,
si ella no le da equilibrio a mis pisadas,
ni el café del desayuno me sabría tan dulce
si no cuento sus bostezos tras el humo,
o como cruza las piernas cuando se sienta
o ese lunar de su cuello que desea como yo
caerse escote abajo.

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.

Me gusta esa melancolía del amor platónico o idealizado. Es un curioso ejercicio imaginar los detalles biográficos de esa persona con la que nos cruzamos tantas veces en la calle y con la que nunca hemos intercambiado una sola palabra. Buen uso de la anáfora para remarcar el carácter obsesivo de tus pensamientos.


Ahora debería saber lo que es una anáfora de esas...... gracias muchas, un abrazo.
Saludos, Ernesto.

Ernesto perez escribió:Porque todas las mujeres deben tener un nombre,
se llama Alba, porque yo se lo puse,
porque solamente puede llamarse Alba
si tiene esa mirada verde
de arrancar margaritas que siempre dicen si
y porque cuando sonríe siempre amanece en mi pecho.

Y porque ya no me observa ni el maniquí
del escaparate de los jerseys,
aquel anoréxico que siempre va desnudo de ombligo para abajo,
el mismo al que todos los hombres solitarios
le dibujamos un coño con la mente.

Por eso se llama Alba,
porque está allí al otro lado de la calle,
esperando como siempre el autobus rojo,
ordenándose el flequillo con la mano izquierda,
mientras sus labios hacen juego con la señal de ceda el paso.

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.

Por eso se llama Alba porque yo se lo he puesto,
porque ya no sabría cruzar este paso de peatones,
si ella no le da equilibrio a mis pisadas,
ni el café del desayuno me sabría tan dulce
si no cuento sus bostezos tras el humo,
o como cruza las piernas cuando se sienta
o ese lunar de su cuello que desea como yo
caerse escote abajo.

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.