Es Nochevieja
Publicado: Mar, 06 Ene 2009 16:30
Dedicado a Sara, con todo mi amor
Es Nochevieja.
Al dar las campanadas,
la gente sale en procesión a la calle.
Todos gritan, ríen y bailan.
Hay una explosión incontenible de euforia.
La alegría se apodera de los corazones,
y unos piden deseos para el año que entra,
mientras otros se hacen promesas
a las que nunca darán cumplida cuenta.
Es parte del juego.
Se descorchan botellas y corre el licor por las venas.
La ebriedad, viscosa, impregna el ambiente.
Casi sin interrupción,
llega el ruido incesante de los cohetes.
El aire huele a pólvora, confeti y serpentinas.
La algarabía es enorme,
como enorme es el bullicio
que hay tras mis murallas;
y como todos los años,
para mí ésta es la noche más aciaga.
Afuera todo es felicidad,
una inconmovible apariencia de felicidad.
Unas máscaras se quitan y otras se ponen en su lugar.
Vuelve la comedia, vuelve el Carnaval,
y hay quien quiere ser en una noche
lo que no ha sido durante los días anteriores.
La alegría se puede impostar.
Con la tristeza la cosa se complica,
porque ¿qué sentido tendría fingir estar triste
cuando por dentro te mueres de alegría?
Es Nochevieja.
Un año más y aquí estoy,
en compañía de mi soledad,
buscando ese silencio tan difícil de encontrar.
Pero no estoy solo,
esta vez no.
Y no es la soledad la que me acompaña,
como dije más atrás.
Eres tú, Sara, con toda esa alegría que irradias.
En esta noche oscuramente iluminada,
de risas estridentes y caras deformadas,
es tu pensamiento el que me resguarda.
Es el primer día del nuevo año.
Estamos en 2009.
Un número más.
Comienza un nuevo año,
los que le precedieron ya no volverán,
pero al contrario que en anteriores años,
hoy estoy (gracias a ti) ilusionado.
Me alegro tanto de haberte encontrado...
Esta noche soñaré bien.
Esta noche soñaré contigo,
mi ninfa de los bosques.
Y nos amaremos.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.
Es Nochevieja.
Al dar las campanadas,
la gente sale en procesión a la calle.
Todos gritan, ríen y bailan.
Hay una explosión incontenible de euforia.
La alegría se apodera de los corazones,
y unos piden deseos para el año que entra,
mientras otros se hacen promesas
a las que nunca darán cumplida cuenta.
Es parte del juego.
Se descorchan botellas y corre el licor por las venas.
La ebriedad, viscosa, impregna el ambiente.
Casi sin interrupción,
llega el ruido incesante de los cohetes.
El aire huele a pólvora, confeti y serpentinas.
La algarabía es enorme,
como enorme es el bullicio
que hay tras mis murallas;
y como todos los años,
para mí ésta es la noche más aciaga.
Afuera todo es felicidad,
una inconmovible apariencia de felicidad.
Unas máscaras se quitan y otras se ponen en su lugar.
Vuelve la comedia, vuelve el Carnaval,
y hay quien quiere ser en una noche
lo que no ha sido durante los días anteriores.
La alegría se puede impostar.
Con la tristeza la cosa se complica,
porque ¿qué sentido tendría fingir estar triste
cuando por dentro te mueres de alegría?
Es Nochevieja.
Un año más y aquí estoy,
en compañía de mi soledad,
buscando ese silencio tan difícil de encontrar.
Pero no estoy solo,
esta vez no.
Y no es la soledad la que me acompaña,
como dije más atrás.
Eres tú, Sara, con toda esa alegría que irradias.
En esta noche oscuramente iluminada,
de risas estridentes y caras deformadas,
es tu pensamiento el que me resguarda.
Es el primer día del nuevo año.
Estamos en 2009.
Un número más.
Comienza un nuevo año,
los que le precedieron ya no volverán,
pero al contrario que en anteriores años,
hoy estoy (gracias a ti) ilusionado.
Me alegro tanto de haberte encontrado...
Esta noche soñaré bien.
Esta noche soñaré contigo,
mi ninfa de los bosques.
Y nos amaremos.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.