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El Peso de la Palabra Viento

Publicado: Vie, 02 Ene 2009 17:36
por Rafael Teicher
El peso de la palabra viento


—Una pregunta nunca puede ser mentira.
—Por qué, quién dice—dijo el varón.
—No sé... queda siempre abierta... es distinta.
—Todo es distinto.
—No, no todo. Las cosas son preguntas. Tiemblan todo el tiempo como pajaritos. Se iluminan y tienen hambre. Pero una respuesta es una manzana podrida, un cadáver de duende, fuego negro.
—¿Con Mario hablan así?

La mujer miró hacia la frente del hombre frunciendo pequeños sectores del rostro, como cuando el sol cava en los ojos.

—No. Mario habla poco. Cada vez menos.
—Voy a cerrar la ventana.
—No, dejá así. Me gusta el viento.
—Huele bien, pero se va a volar todo.
—Dejalo, ¿si?

El hombre se agacha contra ella como abrazando un haz de ramas secas en el bosque.

—Si no fueras tan hermosa no soportaría no entenderte.
—Que te lleve el viento—dijo la mujer y sonrió.

Se soltaron derramándose piadosamente cada uno hacia sí mismo. Eran pasajeros en el muelle nebuloso y rosado de la vida. Dos habitantes del cubo. Dos peregrinos del adentro hacia el afuera y del afuera hacia el adentro. Silencio.

—¿Te gusta la palabra inminencia?
—No tanto.
—Estás enojado.
—No.
—Desde ayer que estás enojado.

El hombre se acarició los muslos largamente, a contraluz de un chorro de sol.

—No.

—Es por lo del auto. Sabés que Mario revisa la cochera, no es mi culpa.
—¿Cerraste bien?
—Sí.
—Va a llover.
—Parece que sí. Está cerrado. No te preocupes.

Se escuchaba el nacimiento encrespado del viento. un viento maduro, macerado, con sabores fríos de ciruela y cobre.

—No hay nada más presente que el viento. Estaba leyendo el otro día a un tipo que dice que las palabras tienen aura. Presencias reales, se llama el libro. Me gustó eso. Presencias, no meras convenciones tímbricas.
—Sí, suena bien.
—No me estás escuchando, ¿no?
—¿Te preparo una galletita? Voy a la cocina.
—No.
—¿Cómo se llaman esa flores púrpuras que cuelgan arriba?
—¿Los geranios?
—Las de los tragaluces.
—Ah, sí. Los geranios.
—Esas.
—Yo les digo “corazones de ciervo”.
—Sí. Ya vengo.
—Me gusta estar con vos, me volvés más yo. Me desfantasmizás
—No parece.
—¡Tonto!

El varón caminó descalzo sobre el piso iluminado. Levantó la tapa de un tocadiscos.

—En serio, no parece.
—Es de mil novecientos sesenta y nueve. ¿Podés creer?
—¿Anda?
—Como si fuese nuevo.

Las maderas apuradas por el viento soltaban efluvios agridulces.

—¿Nos bañamos juntos?
—Andá vos. Quiero disfrutar el viento un rato más.
—Alfonsina solitaria...

Él cerró la tapa del tocadiscos. Ella se iba por el humo de los ojos hacia el viento. Se iba o caía. Lejos. Suavemente.

—Anoche me mordiste.
—No te creo.
—Mirá.
—Me fascinan tus pectorales. Creo que te voy a esconder todas las camisas.
—Bueno sería...
—En un cofre.
—Intentálo.
—Y al cofre lo voy a enterrar en una noche de luna llena al pie de un sauce.
—Ya veremos.

El hombre dudaba entre el orgullo y el amparo.

—Qué linda sonrisa. Te hace fuerte. Creo que ya no estás enojado.
—¿Venís?
—Salí que me vas a moler los huesos, pobres.
—Vuelvo en cinco. No te escapes.

Ella estiró el dibujo natural de su boca según la forma de un arco iris. Refulgía exactamente igual que Eva ante el padre. Coqueta. Donadora del mundo.

—Dale. Te espero.

Mientras tanto el viento se lavaba el pelo contra el pecho de la casa. Batía. Gemía con un celo cansino, desgastado, cacheteando las madreselvas del muro, los rosales secos, el grifo, las herrerías del galpón, las mesas.

—Yo te espero en el viento.


Rafael Teicher

Re: El Peso de la Palabra Viento

Publicado: Mar, 13 Ene 2009 9:06
por Blanca Sandino
Aplausos, Rafael. Muchos.

Blanca

Mientras tanto el viento se lavaba el pelo contra el pecho de la casa. Batía. Gemía con un celo cansino, desgastado, cacheteando las madreselvas del muro, los rosales secos, el grifo, las herrerías del galpón, las mesas.

—Yo te espero en el viento.


Rafael Teicher

re: El Peso de la Palabra Viento

Publicado: Mar, 13 Ene 2009 15:46
por Rafael Teicher
Muchas Gracias Blanca, te agradezco tu aplauso que es un modo de crear brisa con las palmas.

Un saludo afectuoso

Rafael