La sombra
Publicado: Sab, 27 Dic 2008 20:39
"El hilo que nos ata a la cordura es frágil telaraña"
La sombra
La Luna llenaba el cielo
en la madrugada fría
de aquél primero de Enero.
…Y la sombra lo seguía.
Como era ya el sexto día
que lo andaba persiguiendo,
pensó que tal vez huyendo,
tras de si la dejaría.
Pero cuanto más corría,
más la sombra lo buscaba,
y con su escondite daba
allí donde se escondía.
A veces se detenía,
y ella tampoco avanzaba.
El miedo lo atenazaba
cuando de noche salía.
Viendo que no conseguía
despistarla en modo alguno,
buscó el instante oportuno
para obrar con valentía.
En una esquina perdida
creyó llegado el momento,
era su mente un lamento
de soledad dolorida.
Su locura lo vencía.
En su chaqueta barata
tocó la vieja culata
del arma que poseía.
Nunca jamás la vería,
murmuraba enajenado,
y en su rostro desquiciado
la razón se estremecía.
¡Es tu final! ¡Ya eres mía!
¡Por mi vida de fracasos,
que aquí terminan tus pasos!
...Y la sombra se movía.
¡Año Nuevo, vida nueva!
Y presionó con su dedo
sobre el gatillo de acero
donde la muerte se hospeda.
El disparo no dolía.
Su cabeza agujereada
ni temía, ni pensaba,
mientras la sombra caía.
A borbotones la vida
se le escapaba sin duelo.
Y allí, con él, en el suelo,
quedó su sombra tendida.
Mario.
La sombra
La Luna llenaba el cielo
en la madrugada fría
de aquél primero de Enero.
…Y la sombra lo seguía.
Como era ya el sexto día
que lo andaba persiguiendo,
pensó que tal vez huyendo,
tras de si la dejaría.
Pero cuanto más corría,
más la sombra lo buscaba,
y con su escondite daba
allí donde se escondía.
A veces se detenía,
y ella tampoco avanzaba.
El miedo lo atenazaba
cuando de noche salía.
Viendo que no conseguía
despistarla en modo alguno,
buscó el instante oportuno
para obrar con valentía.
En una esquina perdida
creyó llegado el momento,
era su mente un lamento
de soledad dolorida.
Su locura lo vencía.
En su chaqueta barata
tocó la vieja culata
del arma que poseía.
Nunca jamás la vería,
murmuraba enajenado,
y en su rostro desquiciado
la razón se estremecía.
¡Es tu final! ¡Ya eres mía!
¡Por mi vida de fracasos,
que aquí terminan tus pasos!
...Y la sombra se movía.
¡Año Nuevo, vida nueva!
Y presionó con su dedo
sobre el gatillo de acero
donde la muerte se hospeda.
El disparo no dolía.
Su cabeza agujereada
ni temía, ni pensaba,
mientras la sombra caía.
A borbotones la vida
se le escapaba sin duelo.
Y allí, con él, en el suelo,
quedó su sombra tendida.
Mario.