de algún modo
Publicado: Sab, 20 Dic 2008 17:46
Puedo esperar lo que quiera,
por algo esto se llama Madrid,
por algo esto se llama Ignacio
(voy a procurar que no se haga de noche tan pronto)
pero está acabando otro año,
y suelo entristecerme
en la escala en que las luces de la Gran Vía
se encienden.
Los copos de nieve son lo único que nos queda de la realidad,
representaciones gigantes
de nuestra vida microoscópica.
Y si no me levanto hasta las tres
o si no parece inquietarme el echo de no tener dinero,
no te asustes amor,
es solo que se acaba otro año y no ha sido
un año hermoso,
ni he aprendido nada, ni
me he anamorado de nadie.
Ellos, ellas
buscan entre la purpurina
congeneres con los que mantener sexo.
Y dejan el amor para la radio o para
los domingos.
Y, no voy a mentirte,
hay momentos en los que me siento realmente bello
y mantengo la mirada a todas las mujeres en el metro,
pero es solo porque
ya he terminado todos los libros de la biblioteca
y me voy a otra parte de la ciudad en busca de besos o
por lo menos, en busca de abrazos o
por lo menos, en busca de narices y orejas.
Cuando limpio el salón los lunes por la tarde,
sé que voy a estar ahí hasta que venga
otra persona hierática limpiando el salón.
Así que mientras, ya sabes, nunca he sido objetivo,
mantengo romances de mentirijillas
con mujeres que creen que se han enamorado
de mis ojos.
O digo: ¿Cómo era todo esto hace tiempo?
La desidia crece a la par que la barba,
Mi tristeza a la par que las luces de navidad,
que las representaciones figurativas de los copos de nieve.
No es nada extraordinario,
no es una confesión o un destino,
es tan natural como los recuerdos o los
titulares en los periódicos.
Voy a intentar que no se haga de noche tan pronto,
volver a enamorme de Madrid y así, por lo menos,
estar siempre abrazado a alguien.
(También es por los coches,
por los anuncios de juguetes
y por el frío en el cartílago)
También es por mi afición por escribir poemas largos,
largos como el día que sucedo al otro como un relámpago.
Es, esto es cierto, por mi fe en el amor, de algún modo.
por algo esto se llama Madrid,
por algo esto se llama Ignacio
(voy a procurar que no se haga de noche tan pronto)
pero está acabando otro año,
y suelo entristecerme
en la escala en que las luces de la Gran Vía
se encienden.
Los copos de nieve son lo único que nos queda de la realidad,
representaciones gigantes
de nuestra vida microoscópica.
Y si no me levanto hasta las tres
o si no parece inquietarme el echo de no tener dinero,
no te asustes amor,
es solo que se acaba otro año y no ha sido
un año hermoso,
ni he aprendido nada, ni
me he anamorado de nadie.
Ellos, ellas
buscan entre la purpurina
congeneres con los que mantener sexo.
Y dejan el amor para la radio o para
los domingos.
Y, no voy a mentirte,
hay momentos en los que me siento realmente bello
y mantengo la mirada a todas las mujeres en el metro,
pero es solo porque
ya he terminado todos los libros de la biblioteca
y me voy a otra parte de la ciudad en busca de besos o
por lo menos, en busca de abrazos o
por lo menos, en busca de narices y orejas.
Cuando limpio el salón los lunes por la tarde,
sé que voy a estar ahí hasta que venga
otra persona hierática limpiando el salón.
Así que mientras, ya sabes, nunca he sido objetivo,
mantengo romances de mentirijillas
con mujeres que creen que se han enamorado
de mis ojos.
O digo: ¿Cómo era todo esto hace tiempo?
La desidia crece a la par que la barba,
Mi tristeza a la par que las luces de navidad,
que las representaciones figurativas de los copos de nieve.
No es nada extraordinario,
no es una confesión o un destino,
es tan natural como los recuerdos o los
titulares en los periódicos.
Voy a intentar que no se haga de noche tan pronto,
volver a enamorme de Madrid y así, por lo menos,
estar siempre abrazado a alguien.
(También es por los coches,
por los anuncios de juguetes
y por el frío en el cartílago)
También es por mi afición por escribir poemas largos,
largos como el día que sucedo al otro como un relámpago.
Es, esto es cierto, por mi fe en el amor, de algún modo.