Finalmente
Publicado: Lun, 15 Dic 2008 15:27
Existe, acaso, un vestigio de compasión
que estrecha la cadencia imperdonable de la ausencia,
esa esquirla sin brújula que tienta
al detalle imponderable de la muerte
con la carne viva y sintiendo
que no hay respuesta de las sombras
y no hay sombras en los muros,
y son los muros una mancha
que bien aconsejan la huida.
pero sólo es un vestigio
que atraviesa los inviernos
para quedarse dormido
sobre el brillo que amenaza las colmenas,
porque tal vez exista moraleja
en olvidos y desastres,
en amores y destrozos,
no hay nada que se olvide del todo
u olvidos realmente verdaderos.
Todo al fin termina por recordarse
de la forma en que llega
el otoño y la primavera
con su escándalo que quiere y que no alcanza,
con su lengua seca de lamerse,
con su tiempo organizado y contado.
No vale la osadía de tener como estandarte
una súbita llovizna en una mano
y en la otra una calle ya marchita,
no vale mantener o soportar la algarabía
pagando el precio injusto del recuerdo,
porque no hay sorpresas o imprevistos
para el llanto ausente de los rostros contenidos.
La destreza que derrocha la venganza
no es mayor a la que evoca la mentira,
hay rituales que convencen a cualquiera
y hay amores que conmueven al olvido.
que estrecha la cadencia imperdonable de la ausencia,
esa esquirla sin brújula que tienta
al detalle imponderable de la muerte
con la carne viva y sintiendo
que no hay respuesta de las sombras
y no hay sombras en los muros,
y son los muros una mancha
que bien aconsejan la huida.
pero sólo es un vestigio
que atraviesa los inviernos
para quedarse dormido
sobre el brillo que amenaza las colmenas,
porque tal vez exista moraleja
en olvidos y desastres,
en amores y destrozos,
no hay nada que se olvide del todo
u olvidos realmente verdaderos.
Todo al fin termina por recordarse
de la forma en que llega
el otoño y la primavera
con su escándalo que quiere y que no alcanza,
con su lengua seca de lamerse,
con su tiempo organizado y contado.
No vale la osadía de tener como estandarte
una súbita llovizna en una mano
y en la otra una calle ya marchita,
no vale mantener o soportar la algarabía
pagando el precio injusto del recuerdo,
porque no hay sorpresas o imprevistos
para el llanto ausente de los rostros contenidos.
La destreza que derrocha la venganza
no es mayor a la que evoca la mentira,
hay rituales que convencen a cualquiera
y hay amores que conmueven al olvido.