A media voz
Publicado: Dom, 07 Dic 2008 23:31
Analuz
Creí que no me faltarías nunca. Un manto de confianza, casi instintiva, me arrullaba al pensar en ti. Los pájaros de fuego, mesiánicos urbanistas de tu plaza -también mi plaza- escindían sus albores con Bach al fondo del abismo. Tú, sentado a la mesa, hilvanando rojos fenicios con perfume de rayo austral, con pies de plomo y gabardina de hombre infinito...
Sergio
Hace tanto tiempo no salía al jardín para mirarte; ni siquiera estaba seguro que fueras la paloma blanca que infringía el altar de mis sueños.
Aprendí a medirte en poemas y a tocarte con la anuencia de mis neuronas. Todo parecía desvalijado y atroz cuando te fuiste.
Analuz
No podía hacer otra cosa, mi amor salvaje y colosal era un piedra de existencia convicta, de cristales estrellados en la lúgubre planicie del otro jardín oscuro. No me fuí, me quedé agazapada en las líneas del diario matutino, en el caballo de Troya, en las caricias de tu hombro mojado de lluvia.
Sergio
Perdí la cuenta de los días sin tu sexo, sin que tocaras el calendario de mis orgasmos. Tus manos se perdían en el contorno de los papeles blancos, en el haber de mis miedos, en el siempre de mis espadas.
Renuncié a la guerra, me extravié en la cama con las manchas de tu ausencia.
Analuz
No pude más y salí a medio lunes convencida de poder tocarte de nuevo;
era la ciudad enfurecida, el gesto impúdico de Magdalena. El aire me faltaba si no rezaba en tu boca el padre nuestro de mis deseos.
Hallie
Creí que no me faltarías nunca. Un manto de confianza, casi instintiva, me arrullaba al pensar en ti. Los pájaros de fuego, mesiánicos urbanistas de tu plaza -también mi plaza- escindían sus albores con Bach al fondo del abismo. Tú, sentado a la mesa, hilvanando rojos fenicios con perfume de rayo austral, con pies de plomo y gabardina de hombre infinito...
Sergio
Hace tanto tiempo no salía al jardín para mirarte; ni siquiera estaba seguro que fueras la paloma blanca que infringía el altar de mis sueños.
Aprendí a medirte en poemas y a tocarte con la anuencia de mis neuronas. Todo parecía desvalijado y atroz cuando te fuiste.
Analuz
No podía hacer otra cosa, mi amor salvaje y colosal era un piedra de existencia convicta, de cristales estrellados en la lúgubre planicie del otro jardín oscuro. No me fuí, me quedé agazapada en las líneas del diario matutino, en el caballo de Troya, en las caricias de tu hombro mojado de lluvia.
Sergio
Perdí la cuenta de los días sin tu sexo, sin que tocaras el calendario de mis orgasmos. Tus manos se perdían en el contorno de los papeles blancos, en el haber de mis miedos, en el siempre de mis espadas.
Renuncié a la guerra, me extravié en la cama con las manchas de tu ausencia.
Analuz
No pude más y salí a medio lunes convencida de poder tocarte de nuevo;
era la ciudad enfurecida, el gesto impúdico de Magdalena. El aire me faltaba si no rezaba en tu boca el padre nuestro de mis deseos.
Hallie