Editorial Alaire

Hay algo en estos suspensivos puntos
que tiende a despojarles del vacío
sin que a línea den: la hora
descompone el pretexto de haber estado
aquí, los labios cerrándose
sobre esos otros que, dándose,
hacemos nuestros pues son, como nosotros,
habidos de los mismos desgarros labios
de mujer, la que nos pare. Amor
es esa luz en lo oscuro que nos nombra,
el tú y el yo llevándonos,
por ventanas de postigos nunca, al centro
jamás consumado del ser. El tiempo
es nada en este delta; el instante sólo respira
eternidad. ¿Qué perturbaría a amor?,
en ningún caso el odio. La indiferencia, sí;
somos, al cabo, un suspenso mortal.
Tu yo, mi tú; puntos ya suspensivos densos.
Lo que vivimos. Lo que nos guardamos de dar. Esto,
va a morir. Lo demás, es esa claridad de afuera
en que se sostiene todo, si tienen
a amor en su verdad los átomos del universo.


.

El mundo puede estar sostenido por el amor, si éste es verdadero, según leemos en este poema que se adentra en este tema junto al de la existencia y el tiempo. El título nos remite al instante en que podemos alcanzar lo eterno cuando el tiempo se detiene; es muy original esta idea que arma lo medular del poema. El amor nombra y nos da un lugar en el mundo cuando encontramos al otro, y además lo hace en una búsqueda constante. ¿Qué puede destruir al amor? La respuesta es sorprendente; podríamos pensar en el odio, pero frente a él se alza un enemigo mayor y demoledor como es la indiferencia. Por último, el canto al amor se supera en esa visión universal y el salto a "los átomos del universo", haciéndonos recordar los versos de Quevedo en "Amor constante, más allá de la muerte" (Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día,/ y podrá desatar esta alma mía / hora a su afán ansioso lisonjera; [ ] su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.) El amor inmortal, la luz que no se extingue jamás. Una buena propuesta de gran carga metafísica. Aplauso, y salud.

Julio Bonal escribió: ↑Mié, 31 Dic 2025 17:16 Hay algo en estos suspensivos puntos
que tiende a despojarles del vacío
sin que a línea den: la hora
descompone el pretexto de haber estado
aquí, los labios cerrándose
sobre esos otros que, dándose,
hacemos nuestros pues son, como nosotros,
habidos de los mismos desgarros labios
de mujer, la que nos pare. Amor
es esa luz en lo oscuro que nos nombra,
el tú y el yo llevándonos,
por ventanas de postigos nunca, al centro
jamás consumado del ser. El tiempo
es nada en este delta; el instante sólo respira
eternidad. ¿Qué perturbaría a amor?,
en ningún caso el odio. La indiferencia, sí;
somos, al cabo, un suspenso mortal.
Tu yo, mi tú; puntos ya suspensivos densos.
Lo que vivimos. Lo que nos guardamos de dar. Esto,
va a morir. Lo demás, es esa claridad de afuera
en que se sostiene todo, si tienen
a amor en su verdad los átomos del universo.


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Kairós lleva consigo la preclaridad del segundo en forma y fondo. Sí, sí, lo hace hierba muy verde, atmósfera propicia... y el todo parece echarse a andar como si la continuidad pudiese tener los aliados más fieles...
Qué vivo siento este poema; avanza, esculpe lo absoluto y mira con frucción la ecografía de Amor brotando en las semillas del universo.

Quina sort he tingut de trobar aquest far d'incansable llum abans d'abraçar el nou any.
Una abraçada llarga.