Aquella noche, en aquel sitio
Publicado: Dom, 28 Dic 2025 9:44
Cómo se densa el aire en azul mientras el habla elige
pronombres entre el frenesí y el ansia de confundir misterio y luna;
y el vidrio en tornasol, la membrana que el humo deja en la caoba,
quizá el duelo frágil donde los diálogos son de azúcar, también agrios
como preguntas que vaciaron su rencor en palomas negras.
Finge la paz dormirse bajo los párpados, tú me das el cilindro de papel
donde tus labios de fósil rojo cubrieron de carmín la anochecida luz;
fumar el miedo, la sed de ti, la oscuridad de mi alma
que deja círculos de un gris absorto en la sien de tu olvido,
y la voz de aquel que jamás habla, y el signo que en los ojos
se vuelve lentitud de búsqueda, atmósfera tibia entre nosotros,
silencio de ruiseñores que tiembla bajo el mostrador de cristal.
Tú que nunca arrojas en el vaso un anhelo, eres sabia y eres dúctil,
eres una sombra que en el espejo dibuja lo oscuro de las estrellas blancas.
Te miro y sé que hay un duende en el último rostro
que abandonaste a la mentira, sé que de licor son los pétalos
que cubren tus senos y que el halo ámbar que tiñe de miel a las palabras
es tan solo un ardid, un soliloquio que reverbera en el umbral de tu pórtico,
que ilusiona a los epitafios que gritan en la noche la memoria perdida
de este momento en que ya los murciélagos regresan a su pared enjalbegada.
Una luz muy débil acude a mí, y la música sin quererlo te nombra.
pronombres entre el frenesí y el ansia de confundir misterio y luna;
y el vidrio en tornasol, la membrana que el humo deja en la caoba,
quizá el duelo frágil donde los diálogos son de azúcar, también agrios
como preguntas que vaciaron su rencor en palomas negras.
Finge la paz dormirse bajo los párpados, tú me das el cilindro de papel
donde tus labios de fósil rojo cubrieron de carmín la anochecida luz;
fumar el miedo, la sed de ti, la oscuridad de mi alma
que deja círculos de un gris absorto en la sien de tu olvido,
y la voz de aquel que jamás habla, y el signo que en los ojos
se vuelve lentitud de búsqueda, atmósfera tibia entre nosotros,
silencio de ruiseñores que tiembla bajo el mostrador de cristal.
Tú que nunca arrojas en el vaso un anhelo, eres sabia y eres dúctil,
eres una sombra que en el espejo dibuja lo oscuro de las estrellas blancas.
Te miro y sé que hay un duende en el último rostro
que abandonaste a la mentira, sé que de licor son los pétalos
que cubren tus senos y que el halo ámbar que tiñe de miel a las palabras
es tan solo un ardid, un soliloquio que reverbera en el umbral de tu pórtico,
que ilusiona a los epitafios que gritan en la noche la memoria perdida
de este momento en que ya los murciélagos regresan a su pared enjalbegada.
Una luz muy débil acude a mí, y la música sin quererlo te nombra.