Editorial Alaire

Cae nieve desde las cortinas del teatro de la paz,
la fantasía tropieza con carámbanos repletos de cascabeles,
la noche está cerrada, pero brilla al son que le marcan las estrellas,
relucen los luceros mientras la luna ilumina una pista de baile
donde gnomos y ángeles celebran la llegada de la Navidad.

Todo es felicidad, armonía y belleza.

Suenan campanas.
Zambombas y panderetas aderezan el canto de villancicos,
un anciano asa castañas y con sus manos menudas llena cartuchos de papel,
la gente pasea con gorra, bufanda y guantes de lana,
a un niño le brilla la mirada,
sueña con unos reyes venidos de Oriente.
Unas figuritas de barro son veneradas por la multitud,
se encienden luces de colores,
hay saludos, abrazos y sonrisas,
una estrella en la lejanía del horizonte
y una ilusión en cada poro de la piel.

El tendero vende sus pavos,
sus turrones de cacahuete, polvorones y algún que otro caramelo,
unas cuantas botellas de sidra,
harina, ajonjolí, unas pocas almendras y azúcar.
Los hornos de las panaderías están calientes,
las vecinas esperan su hora para poder hornear sus dulces,
la casa se engalana con tiras de papel en plata y oro,
un nacimiento de barro sobre el aparador,
una mesa especial, una cena única, es Nochebuena.

La noche vacía las calles.
Las calles se iluminan con la luz de las ventanas,
todo se llena de algarabía,
familias juntas, mesas camilla, el calor de un brasero,
el chupinazo de una botella de sidra,
el dulzor de las tortas, los polvorones, el turrón,
todo suena a campanas de alegría y felicidad.

Llegada la medianoche las calles se llenan,
es misa de Gallo,
la tradición llena las iglesias, los conventos, las capillas,
la bendición cae sobre todos.

Acaba la misa,
un reguero de vecinos vuelve a casa,
entre buenas noches y feliz Navidad,
la noche cierra la cortina,
un niño nace en un pesebre.

Los serenos enclaustran las puertas,
lentamente marchan hacia sus casas,
poco a poco se apagan las luces de las calles,
la noche es cerrada y gélida,
ya es Navidad.

Tan solo se escucha un caminar en la soledad;
se vislumbra una sombra encorvada
junto a la de un perro pausado y envejecido,
unos copos de nieve
y un rincón escondido en la infinidad
donde duermen unos cuantos cartones
y una manta vieja y descosida.

Y aún,
en el rostro le brillan los ojos.

Era la magia de la Navidad.

Hace demasiado tiempo.





Gracias, compañer@s.

Abrazos y besos.

Qué hermosa y gentil visión de la Navidad, querido Alejandro.
Estos días son, a pesar de todas las incongruencias que vivimos a diario, un posible punto de inflexión para el espíritu.

Agradezco un montón tu nutritiva y sensible manera de escribir (no solo en este poema) y la solidaridad que despliegas cada día en Alaire.

Abrazo enorme para ti y los tuyos.
¡Feliz Navidad!

Un poema precioso y muy bien escrito, Alejandro. Terminas con los "sin techo". Yo me preguntó siempre ¿Cómo puede haber personas que no reciban la solidaridad colectiva?

Gracias por compartir esta visión de la Navidad.

Felicidades
Un beso
Ana