A la más mínima provocacion.
Publicado: Mar, 18 Nov 2025 10:08
A la más mínima provocación.
-Ardes -me dices.
Y se te olvida que me enseñaste
en cada instante y cada día...
A ser la cerilla que se enciende
a la más mínima provocación.
(Inútil incendiaria, masoquista.
Y al mismo tiempo, no)
Te espero entonces cuando faltas
(Y me faltas casi siempre a todas horas)
Hambrienta del roce de tu mano que me encienda,
de la palabra susurrada en el oído,
el orden y la orden de tus manos
que dibujan caminos siempre por mi vera.
(No soy más la niña buena que encontraste,
no soy más la florecilla al viento,
no soy más... La dueña de mi cuerpo)
Y me enciende la memoria a todas horas,
a cada instante con tu boca en el recuerdo.
Ardo, ardo tan intensamente
que tirito en susurros de deseo
a cada día, a cada minuto, a cada instante.
Y sin embargo no soy masoquista, aunque sí.
(Y ya no te espero)
Soy la cerilla que ha aprendido a encenderse sola,
a extrañarte a la vez sin extrañarte,
a disfrazar tus manos con las mías...
En un intento burdo de apagarse.
Me gustas... Me gustas tanto...
Y te desea a todas horas mi cuerpo palpitante.
He aprendido a fingir que tu boca es el viento...
Y en tu ausencia, finjo el beso y me muerdo el labio y te busca mi lengua.
Y mis manos que son tan tuyas me recorren,
Frías, sí, pero contra mi cuerpo ardiente.
Despacio la memoria te dibuja a cuerpo entero,
tú tan mío y yo tan tuya...
Tan tuya...
Tan...
Yo.
Lentamente tu palma se ciñe sobre mi seno
en un apretón deseable y oportuno.
Tirita el cuerpo, el alma, el gemido,
y bajo despacio por a través de mi vientre
sintiendo a cada instante el latido desbocarse.
-Soy tuya, -susurro sin que lo sepas o lo escuches.
Tuya cuando clavas tus dedos en mi cintura y la pelvis se mueve sola,
buscándote, buscándote, buscándose...
Quiero amarte aunque no mires,
aunque no me sientas no te enteres,
pero es que nunca he aprendido a pagarme
cuando el cuerpo clama por dentro de mi tenerte.
Caliente y duro te deseo,
húmeda y titilante yo te espero.
Y siento entonces mis dedos surcando,
jugando con la entrada de mi sexo.
Y responden las caderas,
el vientre, los glúteos,
el cuerpo entero.
(Hay días que no paran de hacerlo...
Cuatro o cinco veces y aún me faltas,
cómo un buen café por la mañana,
cómo si tu ausencia fuese siempre un gran estimulante.
Y, adicta yo... He aprendido a no parar,
a simplemente, entregarme.)
Una vez tras otra los impacientes dedos juegan.
A veces por afuera, otras tantas...
Desde dentro.
Y el cuerpo responde entre gemidos entregados,
entre nombres y palabras,
confusas, sudadas, ininteligibles.
Y pasan los minutos y las horas
y la mente divaga entre placeres,
(Ocurrencias, vaivenes y otras cosas...)
Y soy la flama que titila,
o al menos quiero serlo,
esa pequeña flama de cerilla...
que se mueve placenteramente sobre el tronco.
y me visto y salgo al mundo,
limpia y buena sin que nadie sepa...
Que mi cuerpo es tuyo y arde siempre
a la más mínima provocación de un roce, una memoria...
O simplemente una mirada imaginándose mi cuerpo sudado,
desnudo.
-Ardes -me dices.
Y se te olvida que me enseñaste
en cada instante y cada día...
A ser la cerilla que se enciende
a la más mínima provocación.
(Inútil incendiaria, masoquista.
Y al mismo tiempo, no)
Te espero entonces cuando faltas
(Y me faltas casi siempre a todas horas)
Hambrienta del roce de tu mano que me encienda,
de la palabra susurrada en el oído,
el orden y la orden de tus manos
que dibujan caminos siempre por mi vera.
(No soy más la niña buena que encontraste,
no soy más la florecilla al viento,
no soy más... La dueña de mi cuerpo)
Y me enciende la memoria a todas horas,
a cada instante con tu boca en el recuerdo.
Ardo, ardo tan intensamente
que tirito en susurros de deseo
a cada día, a cada minuto, a cada instante.
Y sin embargo no soy masoquista, aunque sí.
(Y ya no te espero)
Soy la cerilla que ha aprendido a encenderse sola,
a extrañarte a la vez sin extrañarte,
a disfrazar tus manos con las mías...
En un intento burdo de apagarse.
Me gustas... Me gustas tanto...
Y te desea a todas horas mi cuerpo palpitante.
He aprendido a fingir que tu boca es el viento...
Y en tu ausencia, finjo el beso y me muerdo el labio y te busca mi lengua.
Y mis manos que son tan tuyas me recorren,
Frías, sí, pero contra mi cuerpo ardiente.
Despacio la memoria te dibuja a cuerpo entero,
tú tan mío y yo tan tuya...
Tan tuya...
Tan...
Yo.
Lentamente tu palma se ciñe sobre mi seno
en un apretón deseable y oportuno.
Tirita el cuerpo, el alma, el gemido,
y bajo despacio por a través de mi vientre
sintiendo a cada instante el latido desbocarse.
-Soy tuya, -susurro sin que lo sepas o lo escuches.
Tuya cuando clavas tus dedos en mi cintura y la pelvis se mueve sola,
buscándote, buscándote, buscándose...
Quiero amarte aunque no mires,
aunque no me sientas no te enteres,
pero es que nunca he aprendido a pagarme
cuando el cuerpo clama por dentro de mi tenerte.
Caliente y duro te deseo,
húmeda y titilante yo te espero.
Y siento entonces mis dedos surcando,
jugando con la entrada de mi sexo.
Y responden las caderas,
el vientre, los glúteos,
el cuerpo entero.
(Hay días que no paran de hacerlo...
Cuatro o cinco veces y aún me faltas,
cómo un buen café por la mañana,
cómo si tu ausencia fuese siempre un gran estimulante.
Y, adicta yo... He aprendido a no parar,
a simplemente, entregarme.)
Una vez tras otra los impacientes dedos juegan.
A veces por afuera, otras tantas...
Desde dentro.
Y el cuerpo responde entre gemidos entregados,
entre nombres y palabras,
confusas, sudadas, ininteligibles.
Y pasan los minutos y las horas
y la mente divaga entre placeres,
(Ocurrencias, vaivenes y otras cosas...)
Y soy la flama que titila,
o al menos quiero serlo,
esa pequeña flama de cerilla...
que se mueve placenteramente sobre el tronco.
y me visto y salgo al mundo,
limpia y buena sin que nadie sepa...
Que mi cuerpo es tuyo y arde siempre
a la más mínima provocación de un roce, una memoria...
O simplemente una mirada imaginándose mi cuerpo sudado,
desnudo.