Sin conciencia
Publicado: Lun, 03 Nov 2025 0:10
Solo se oía el resbalar del agua sobre las verdes hojas.
Solo se sentía el frío que abrazaba la tarde.
Solo se olía el aroma a humedad.
Solo se veía el reflejo de una luna triste sobre los charcos.
Solo tenía por compañía la conciencia.
Solo, me dejó con ella, la soledad.
No he sido capaz de hablarle,
la lengua del cerebro se muerde por miedo,
ese miedo que en mí se ha creado
porque nunca supe como dejarla acceder al interior.
Pongo en marcha la hipocresía que tan bien me funcionó
durante el tramo inútil en el que pateé las calles de mi existencia,
pero, es ahora cuando no sirve de llave,
a pesar de que la he buscado dentro de la desdicha que me aturde.
Llueve tanto fuera, y no me parece demasiado,
no hay tormenta, pero se llena mi redil de relámpagos
y sonidos estruendosos, más pronto, ensombrecen,
como el silencio oculto de una reflexión que no llega.
Estoy desnudo en la inmensidad de un desierto sin horizonte,
soy cactus denostado que no espera el agua que se le niega,
no sé para qué miro tras los cristales,
ni para qué me encierro en los umbrales de una mente cerrada.
Nunca supe escucharle,
ahora ella espera y no sé qué hablarle,
trato de recordar algo de mi vida que poder mostrarle,
pero si no lo intenté cuando debía,
ahora no me queda más que suplicar y esperarle.
No la tuve, nunca la tuve,
tan solo fue mi compañera la inconsciencia,
la dama de creerte rey poderoso
para terminar, siendo lacayo en todo.
Sigue lloviendo demasiado,
ya no oigo el resbalar del agua en las hojas,
ni siento el frío de la tarde,
no huelo el perfume de la humedad,
la luna ha decidido esconderse entre la triste oscuridad,
y a mi compañía no puedo hablarle, no sé qué decirle,
de nuevo se ha vuelto a hacer un hueco junto a mí, la triste soledad.
Solo se sentía el frío que abrazaba la tarde.
Solo se olía el aroma a humedad.
Solo se veía el reflejo de una luna triste sobre los charcos.
Solo tenía por compañía la conciencia.
Solo, me dejó con ella, la soledad.
No he sido capaz de hablarle,
la lengua del cerebro se muerde por miedo,
ese miedo que en mí se ha creado
porque nunca supe como dejarla acceder al interior.
Pongo en marcha la hipocresía que tan bien me funcionó
durante el tramo inútil en el que pateé las calles de mi existencia,
pero, es ahora cuando no sirve de llave,
a pesar de que la he buscado dentro de la desdicha que me aturde.
Llueve tanto fuera, y no me parece demasiado,
no hay tormenta, pero se llena mi redil de relámpagos
y sonidos estruendosos, más pronto, ensombrecen,
como el silencio oculto de una reflexión que no llega.
Estoy desnudo en la inmensidad de un desierto sin horizonte,
soy cactus denostado que no espera el agua que se le niega,
no sé para qué miro tras los cristales,
ni para qué me encierro en los umbrales de una mente cerrada.
Nunca supe escucharle,
ahora ella espera y no sé qué hablarle,
trato de recordar algo de mi vida que poder mostrarle,
pero si no lo intenté cuando debía,
ahora no me queda más que suplicar y esperarle.
No la tuve, nunca la tuve,
tan solo fue mi compañera la inconsciencia,
la dama de creerte rey poderoso
para terminar, siendo lacayo en todo.
Sigue lloviendo demasiado,
ya no oigo el resbalar del agua en las hojas,
ni siento el frío de la tarde,
no huelo el perfume de la humedad,
la luna ha decidido esconderse entre la triste oscuridad,
y a mi compañía no puedo hablarle, no sé qué decirle,
de nuevo se ha vuelto a hacer un hueco junto a mí, la triste soledad.