Editorial Alaire

Ana Muela Sopeña escribió: ↑Mar, 21 Oct 2025 23:26 Éramos los fantasmas de la sombra que habitaban contentos los suburbios de una ciudad sin luz. Adorábamos siempre deambular por los laberintos del ocaso. Nuestra hora predilecta era el atardecer y los rayos más tenues los rojizos con cientos de matices en las nubes. Crepúsculos amados por un deseo intenso nunca dicho. Nos movíamos siempre sigilosos, en el silencio fértil de las calles. Entre la lluvia íbamos sin miedo, avanzando sin pánico al futuro. Sentíamos el tiempo diminuto en nuestras manos llenas de ilusiones. En mitad de la niebla y la nostalgia parecíamos náufragos de un pasado fallido. A veces la belleza nos turbaba en oleadas llenas de presagios. Otras veces el curso de las cosas nos llevaba por rumbos escondidos, mostrando un presente paralelo. De pronto las visiones fueron nuestras y las horas se hicieron de papel. El instinto adherido a la utopía nos hizo comprender que todo era maya y los sueños se fueron diluyendo en miradas ocultas en un tren. Luego al anochecer, de nuevo recordábamos al otro y volvíamos dóciles a ser embajadores de la noche.


Ana Muela Sopeña

Ana Muela Sopeña escribió: ↑Mar, 21 Oct 2025 23:26 Éramos los fantasmas de la sombra que habitaban contentos los suburbios de una ciudad sin luz. Adorábamos siempre deambular por los laberintos del ocaso. Nuestra hora predilecta era el atardecer y los rayos más tenues los rojizos con cientos de matices en las nubes. Crepúsculos amados por un deseo intenso nunca dicho. Nos movíamos siempre sigilosos, en el silencio fértil de las calles. Entre la lluvia íbamos sin miedo, avanzando sin pánico al futuro. Sentíamos el tiempo diminuto en nuestras manos llenas de ilusiones. En mitad de la niebla y la nostalgia parecíamos náufragos de un pasado fallido. A veces la belleza nos turbaba en oleadas llenas de presagios. Otras veces el curso de las cosas nos llevaba por rumbos escondidos, mostrando un presente paralelo. De pronto las visiones fueron nuestras y las horas se hicieron de papel. El instinto adherido a la utopía nos hizo comprender que todo era maya y los sueños se fueron diluyendo en miradas ocultas en un tren. Luego al anochecer, de nuevo recordábamos al otro y volvíamos dóciles a ser embajadores de la noche.


Ana Muela Sopeña