"Ocultos entre los versos" - Poema de Ramón Castro Méndez y Marisa Peral
Publicado: Mar, 21 Oct 2025 18:09
"Ocultos entre los versos"
1ª Estrofa
La tarde encierra humo de violetas
y unos hilos de lluvia.
La plaza, acaso por la hora,
un rumor de siena mate.
El cielo en fluvial descenso
sobre la espina bífida del tiempo
y la glotis del destino.
Me buscaba a mí mismo, pájaro azul,
entre el eco de una luz fatigada
y sus sombras apócrifas.
La casa no existía, solo se alzaban
sus muros blancos donde rezumaba
la cal ardiente de un sueño futuro.
Los pájaros entregados al trajín
de su vuelo de frágil cristal y orfebrería.
Su canto, tornasol de mariposas
como áurea espuma del océano
y un perfume de monte.
Ese océano, que me acompañaba
a todas partes, como una voz de muchos
mares.
2ª Estrofa
Bailas como un elfo adolescente
a la entrada de un bosque,
caracoleas sobre mis hombros,
seductor mensajero,
tu mirada fugaz vibra de emoción y me sonríes…
mas no veo los símbolos.
Y dices, mira el mar con serenidad y pasión,
escucha el canto de sus olas sin miedos
vuela sobre ellas, ingrávida y poderosa
como los acantilados vírgenes
que acogen a sus náufragos
frágiles y perdidos.
Y me descubres muchacha secreta,
eterna, casi romántica.
No te alejes, Coeur d’Ange,
quédate conmigo.
3ª Estrofa
Te veo venir, náyade, y en ti se acaban mis ojos,
con flores de Merope y luciérnagas en el pelo.
Tu paso leve sobre el verdor del musgo y las hojas
heridas por el viento. Te aguardo en esta orilla
de robles silenciosos, donde el cielo abre sus abismos
a la noche y las estrellas caen en cascada, donde la luna
ciega el corazón de los amantes y enciende acuciantes
pasiones. Así tú eras reina del hechizo en mi postrer
paisaje, y con cada latido iba dando forma a tu belleza.
Quise abrazar tu sombra esbelta antes que el sol
la borrara al abrir su boca de invierno.
Pude alzarme, entonces, más alto aún
hasta que el viento me derribara a dentelladas,
hasta donde yacía tu luz y tu recuerdo, y volver
a ese lugar tan nuestro dónde las piedras saltan
sobre el agua, donde el vigoroso incienso de los días
se esparce sobre mí como una bruma de acero
que viene de un mar de muchos nombres,
allí donde se halla el claustro de mi sangre
y la hondura de mi diástole.
Sin yo saberlo, quizás, ya se alzaba el ocaso
y estaba en mí a ras de suelo. De tu mano,
cuando el alba se corona, me adentré en el espejo.
4ª Estrofa
Llegas y llego desde los vestigios de desiertos
y glaciares arrasados y retrocede delirante la vida
mientras se despoja de tiempos, de normas y responsabilidad.
Un afán hila y deshila su rumbo, antes lánguido;
y ahora muere de avidez por revocar la tradición,
muere por no ser nada más que la traslúcida turbación
de iniciarse… una y otra vez.
Y es que el futuro me suena arcaico, tiempo remoto,
oculto e insolente que se nos quedó asediado
y hay que indultar sobre el envés de aquellos extraños
espacios redivivos.
Tú, amor, me sabes hoy a utopía.
Corazón en la noche sin que nadie conceda un sueño
y es que ahora sé de naufragios,
del gran espanto que agrieta contrafuertes,
de rutinas que se renuevan con nirvanas efímeros.
Llueve, el agua se agita como una hoja al viento.
La noche zahiere en los muelles y en cada balsa las horas oscuras
caen sobre la vida y por una rendija viva saquea las estrellas.
Sin embargo, existe y brilla un rayo de esperanza,
en la estación un tren inacabado escribe destinos mínimos.
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© Ramón Castro Méndez y Marisa Peral – 21 de octubre de 2025
1ª Estrofa
La tarde encierra humo de violetas
y unos hilos de lluvia.
La plaza, acaso por la hora,
un rumor de siena mate.
El cielo en fluvial descenso
sobre la espina bífida del tiempo
y la glotis del destino.
Me buscaba a mí mismo, pájaro azul,
entre el eco de una luz fatigada
y sus sombras apócrifas.
La casa no existía, solo se alzaban
sus muros blancos donde rezumaba
la cal ardiente de un sueño futuro.
Los pájaros entregados al trajín
de su vuelo de frágil cristal y orfebrería.
Su canto, tornasol de mariposas
como áurea espuma del océano
y un perfume de monte.
Ese océano, que me acompañaba
a todas partes, como una voz de muchos
mares.
2ª Estrofa
Bailas como un elfo adolescente
a la entrada de un bosque,
caracoleas sobre mis hombros,
seductor mensajero,
tu mirada fugaz vibra de emoción y me sonríes…
mas no veo los símbolos.
Y dices, mira el mar con serenidad y pasión,
escucha el canto de sus olas sin miedos
vuela sobre ellas, ingrávida y poderosa
como los acantilados vírgenes
que acogen a sus náufragos
frágiles y perdidos.
Y me descubres muchacha secreta,
eterna, casi romántica.
No te alejes, Coeur d’Ange,
quédate conmigo.
3ª Estrofa
Te veo venir, náyade, y en ti se acaban mis ojos,
con flores de Merope y luciérnagas en el pelo.
Tu paso leve sobre el verdor del musgo y las hojas
heridas por el viento. Te aguardo en esta orilla
de robles silenciosos, donde el cielo abre sus abismos
a la noche y las estrellas caen en cascada, donde la luna
ciega el corazón de los amantes y enciende acuciantes
pasiones. Así tú eras reina del hechizo en mi postrer
paisaje, y con cada latido iba dando forma a tu belleza.
Quise abrazar tu sombra esbelta antes que el sol
la borrara al abrir su boca de invierno.
Pude alzarme, entonces, más alto aún
hasta que el viento me derribara a dentelladas,
hasta donde yacía tu luz y tu recuerdo, y volver
a ese lugar tan nuestro dónde las piedras saltan
sobre el agua, donde el vigoroso incienso de los días
se esparce sobre mí como una bruma de acero
que viene de un mar de muchos nombres,
allí donde se halla el claustro de mi sangre
y la hondura de mi diástole.
Sin yo saberlo, quizás, ya se alzaba el ocaso
y estaba en mí a ras de suelo. De tu mano,
cuando el alba se corona, me adentré en el espejo.
4ª Estrofa
Llegas y llego desde los vestigios de desiertos
y glaciares arrasados y retrocede delirante la vida
mientras se despoja de tiempos, de normas y responsabilidad.
Un afán hila y deshila su rumbo, antes lánguido;
y ahora muere de avidez por revocar la tradición,
muere por no ser nada más que la traslúcida turbación
de iniciarse… una y otra vez.
Y es que el futuro me suena arcaico, tiempo remoto,
oculto e insolente que se nos quedó asediado
y hay que indultar sobre el envés de aquellos extraños
espacios redivivos.
Tú, amor, me sabes hoy a utopía.
Corazón en la noche sin que nadie conceda un sueño
y es que ahora sé de naufragios,
del gran espanto que agrieta contrafuertes,
de rutinas que se renuevan con nirvanas efímeros.
Llueve, el agua se agita como una hoja al viento.
La noche zahiere en los muelles y en cada balsa las horas oscuras
caen sobre la vida y por una rendija viva saquea las estrellas.
Sin embargo, existe y brilla un rayo de esperanza,
en la estación un tren inacabado escribe destinos mínimos.
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© Ramón Castro Méndez y Marisa Peral – 21 de octubre de 2025