Editorial Alaire

Desayuno para dos.

Por detrás de las cortinas nadie sabe,
(aunque a veces sospecho que sospechan)
que me tienes toda loca, inestable…
Cuando antes de salir el sol ya me sujetas.

Soy tuya… te lo digo fuertemente ante el azote,
ante las manos que recorren mi carne cual camino,
y vos, sabiendo que has ganado y yo he perdido…
Villanamente me obligas a gemir, sin más, tu nombre.

Cuatro paredes nos miran sin decirnos nada…
Silentes ellas ante la tortura de tu embiste,
calladas todas ante la mujer que allí resiste
cual indigna esclava injustamente martillada.

Y en un acto de machismo tomas todo…
Cada agujero de mi cuerpo sin aviso,
y yo, que sé que solo para esto sirvo…
Me entrego a ti, así, sin más decoro.

Nada de nosotros queda luego de un rato
salvo el olor del sexo y el café de la cocina,
y así, desnuda y al mismo tiempo, de rodillas,
yo me lo bebo todo, sorbo a sorbo y sin dudarlo.

(…)

Me gusta desayunarte muy despacio,
como si fueses mi primer café de la mañana,
mientras el tiempo mira por entre la ventana…
Como me llenas toda, en cada pose, en cada espacio.