Mirlotos para Armilo. Ciencia Ficción (versión 2,0)
Publicado: Mar, 07 Oct 2025 11:24
Para Armilo, "tú juisti muy puta"
Yo vivía a oscuras, casi de oídas.
Conocía la fragilidad de la intemperie,
su voluptuosa soledad.
Mis lámparas solo despedían silencio.
Guardaba todas mis razones
en la alacena de los platos indemnes,
Mi mundo tenía corazón de abnegado desván.
La soledad llenaba de borrones
las ahumadas páginas de la memoria.
Solía sentarme en el jardín de los ausentes
waiting for the sun.
La ciudad era un cuerpo herido
que mudaba la piel de las fachadas;
tenía la voluntad de un viernes laborable.
sin homenajes ni fiestas de guardar,
y de un tráfico de multitudes indefensas.
En la boca del metro se apiñaban
racimos de peces de colores,
y algunos celentéreos, exultantes
en su simetría radiada.
A los ojos de un ciego, brotaban palmeras
en la estación del norte, de entre la maleza
los trenes salían con retraso, eran del grupo
adif negativo. Como un muzak en la estación
sonaba de continuo "el sol no brillará nunca
más", versión Bill Gates.
El kiosko de revistas en la esquina de mi calle
traficaba con puertas giratorias, mientras
expedía certificados médicos.
Un poco más allá, un androide levantaba
cadáveres, como un juez despeinado.
Cuando pasaba a su lado me espetaba
"yo tengo la prisa que tú tengas. Estás viviendo
de prestado". Al principio solía ciscarme
en todos sus circuitos. A veces, fortuitamente,
solíamos coincidir los sábados en el karaoke.
Un ronco silbido metálico salía de su boca
cuando interpretaba "You're so vain".
Elevé una queja al Ministerio correspondiente
y me enviaron, a portes pagados, una androide
con todas sus funciones en garantía por un lustro.
No he vuelto a pisar el karaoke, ahora follo
todos los sábados. Después de todo llevo
una vida satisfactoria para mi edad.
Yo vivía a oscuras, casi de oídas.
Conocía la fragilidad de la intemperie,
su voluptuosa soledad.
Mis lámparas solo despedían silencio.
Guardaba todas mis razones
en la alacena de los platos indemnes,
Mi mundo tenía corazón de abnegado desván.
La soledad llenaba de borrones
las ahumadas páginas de la memoria.
Solía sentarme en el jardín de los ausentes
waiting for the sun.
La ciudad era un cuerpo herido
que mudaba la piel de las fachadas;
tenía la voluntad de un viernes laborable.
sin homenajes ni fiestas de guardar,
y de un tráfico de multitudes indefensas.
En la boca del metro se apiñaban
racimos de peces de colores,
y algunos celentéreos, exultantes
en su simetría radiada.
A los ojos de un ciego, brotaban palmeras
en la estación del norte, de entre la maleza
los trenes salían con retraso, eran del grupo
adif negativo. Como un muzak en la estación
sonaba de continuo "el sol no brillará nunca
más", versión Bill Gates.
El kiosko de revistas en la esquina de mi calle
traficaba con puertas giratorias, mientras
expedía certificados médicos.
Un poco más allá, un androide levantaba
cadáveres, como un juez despeinado.
Cuando pasaba a su lado me espetaba
"yo tengo la prisa que tú tengas. Estás viviendo
de prestado". Al principio solía ciscarme
en todos sus circuitos. A veces, fortuitamente,
solíamos coincidir los sábados en el karaoke.
Un ronco silbido metálico salía de su boca
cuando interpretaba "You're so vain".
Elevé una queja al Ministerio correspondiente
y me enviaron, a portes pagados, una androide
con todas sus funciones en garantía por un lustro.
No he vuelto a pisar el karaoke, ahora follo
todos los sábados. Después de todo llevo
una vida satisfactoria para mi edad.