Canción de amor y muerte de Alexander NewQuarter

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F. Enrique
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Canción de amor y muerte de Alexander NewQuarter

Mensaje sin leer por F. Enrique »


Sé muy bien que la oscuridad de mi palabra
no se enciende en la avenida
que hay entre el olvido y yo
en un pensamiento irreflexivo de Dylan,
en la voz cavernosa y deprimida de Cohen
en la elegancia de una sábana desgarrada.

(Carta abierta a Rafel – Fragmento)

1

Muchacha de “El Fayum” muerta en la Almadraba
A mi sobrina Inma, porque lo necesita.

A una gitanilla que murió en la Fragua días después de haber sido arrollada por un coche. Tenía unos 14 años, los ojos verdes y la piel de bronce.


Su juventud encendida por la pasión carnal
su juventud hermosa en una armonía tensa;
y entre los sueños el placer la llama; entre los sueños
contempla y abraza esa figura y la carne del deseo.
(Cavafis- Variación – F. E. León)


1

La muerte se dibuja en la pared del tiempo
que sueña la blancura
de la rosa del alba
y despierta el murmullo en las ruinas
que rompen los espejos de tu rostro
y de los gatos negros
y aquella soledad que siempre te acompaña.

El velatorio vuelca en un recodo
la huella de tu paso,
la cal viva que cubre la escalera,
los peldaños de luna en los cipreses brunos
y aquella soledad que siempre te acompaña.

2

Cual bellos cuerpos que murieron

sin llegar a madurar,
encerrados con tristeza en suntuosos mausoleos
con rosas en la cabeza, con jazmines a sus pies,
así son los deseos que se apagaron
sin haber sido vividos,
ninguno testimonia
una sola noche de placer o una mañana radiante.

(Constantino Cavafis – Deseos (1904) - Versión - Francisco Enrique León)

Tu frágil voluntad de novia compungida
pasea en el encaje de las sábanas
que fueron destrozadas
por un proscenio
arrebatado y lúgubre
que llora en tu memoria todavía,
por un jardín ausente que te ha dado sus flores
para no traspasar la esperanza postrera
desde la soledad
de un remo desgarrado, de un jazmín ceniciento
en la elegancia cérea, profunda y penetrante
de una mirada herida,
de una promesa rota en la espesura
del silencio y el polvo que añoran lo perdido.

3


Aún siento en mis mejillas su aliento venerado,
cómo será que tan cercanas horas
no vuelvan nunca más, sean ya el pasado.
(Hugo von Homannsthal - Traducción - Mariano Manent)


Muere la soledad entre tus labios
y el manto de la noche en las ruinas de la cala
que despierta un murmullo en la memoria
y gime en el teatro
donde se representa la sangre de la rosa,
camina en el esbozo de la túnica
que será derrotada por el furor del tiempo
y reza en tu memoria todavía
por un barrio sin alma que te ha dado la mano
para no morar solo en la última barca
enterrada en la orilla.



2

Palabras a Sylvia




…rodeó su casa
de alambradas y muros impasables
contra el tiempo rebelde
tanto que nadie lo rompiera
con maldiciones, puños, amenazas,
ni con amor tampoco.
(Sylvia Plath - Solterona - Versión de Jesús Pardo)


No sigo por carácter,
la determinación no me arrastra,
mi única hazaña es seguir en pie
a pesar de tu mirada.

I

Ya te lo he dicho antes;
no sé pactar una derrota,
la vida no me ha permitido
sostener una bandera blanca
en la mano,
una toalla rota esperando en la esquina
donde cae la huella de un beso sepultado,
un acuerdo sin sangre con la muerte y el olvido.

Aún veo emerger la tristeza en la sombra de tu rostro,
vago por los pasillos del tren que nunca llega
y no se detiene en tu mirada,
ya no encuentro el corazón de la ciudad,
ni las columnas de acanto
donde nos conocimos entre reproches,
no serás para mí la América que destroza las fronteras,
que no mira al pasado mientras recibe
ataúdes con medallas y sollozos.

Soñé que escribía tu nombre en el agua
que no vuelve a la mar,
que escrutabas el olor de una metáfora oculta,
que brotabas en el infierno de una nube
fugaz y lastimera,
que sonreías con ternura cuando ya habías muerto.



II

Contra las cuerdas

Nunca te has preguntado si tengo miedo
cuando aparezco en la escena desafiante,
me pediste que te amara en la sonrisa
y en los reproches,
pero no pude
desterrar de mi mente a la muchacha
díscola y perdida
que se puso un vestido y un maquillaje prestados.

Estoy confundido por la voz de la memoria,
donde hundes cada deseo de liberarme
con una mirada espesa,
nunca te asomarás a mi dolor,
soy ese alguien que sufre contra las cuerdas,
que no puede librarse
de los golpes enmascarados
y se levanta de frente en el castigo,
ese alguien que no tiene una toalla
para arrojarla al centro de la muerte
y pregunta a las farolas
por la persistencia en su rostro
de los moratones profundos
que lloran en el recuerdo.



3

Modern times

A Ana Muela Sopeña


Y de repente parecía que aquel mundo podía acercarse a nuestras manos, que había un lugar para nuestro sueño en el marasmo de las multitudes, que florecía la tarde cada vez que sonreías. ¿Por qué lo hacías tan poco cuando yo te miraba? ¿Por qué llegó la noche sin percibirlo apenas? ¿Te dije alguna vez que si hubiéramos podido ir a Nueva York la Estatua de la Libertad se habría arrodillado ante ti?

Seamos, Laura mía, dos poetas, dos amantes que se aman tiernamente y, por ello, necesitan la Poesía. Dios es inefable, con todo lo sublime que ello conlleva; Miguel Ángel le puso el rostro que retenemos en la mente. Tu amor a Dios nunca llegó a apagarse.

(Conversaciones con Laura)
Somos cartas sin norte esparcidas en el viento,
islas sin recuerdos en un archipiélago aislado,
una rosa sin pétalos en el jarrón del olvido,
un grito en las tinieblas,
somos la mirada abstracta
de un sueño figurativo que no ha nacido,
el despertar de un monstruo inocente que muere
entre las pesadillas del hombre de la calle.

Ya conozco los latidos de estos tiempos modernos,
ya he bebido la sed de un amor
que no brilla ni se apaga,
se derrumbaron los muros, me dijiste,
pero sigue la barrera entre tú y yo
cuando hablamos del silencio,
de las incomunicaciones telemáticas,
de tu tarjeta sin firma que se pierde
en la nube querida de la infancia.

Somos la arena violenta que golpea
en el rostro de un niño dormido para siempre
en el cementerio de la playa,
aquellos que no escuchan a los muertos
que vagan por los periódicos,
llegamos siempre tarde al último combate
sosteniendo en los ojos que se cierran
una sonrisa amplia que bendice
los fusiles de la gloria, la libertad encadenada,
el hacha sin mango que agita el guante del verdugo.

Ámate a ti misma, Laura; tengo la seguridad de que encontrarás a mucha gente que te quiera, pero cabe la posibilidad de que no encuentres a nadie que te ame como yo. Todos queremos compartir la gloria de Occidente, pero solo unos pocos amamos su vulnerabilidad. Si encuentras a alguien bueno que te ame (Yo te amo aunque no sea bueno), aunque solo sea un poco, gozarás en cinco minutos lo que los perversos no disfrutan en toda una eternidad, por mucho polvo que dejen en la vereda, o sea, camino sin camino.


(13 de mayo de 2019)


4

Sombras de la Bahía Sur

A Pascual López, por su Humanismo sincero y su bonhomía.

"...hablarle a las nubes
es abrir un balcón donde se escucha el silencio de los pájaros."
(Vicente Martín - La Chica de la foto (II))

I

Es triste que no vuelvas a mover el destello
tibio de la colina en tus brazos que sienten
la voz apasionada
que muere entre los álamos heridos
camino de la Huerta cada día
y el cálido arranque de unas manos desiertas
en tu camisa clara entre los pensamientos
que arrastra la miseria del arroyo
aventando las ramas profundas del azul,
la palabra que sufren los labios de los vientos,
la humildad entrañable de la higuera
donde juegan sonriendo los niños que perdimos.

Es triste que no vuelvas con tu sonrisa amplia
a dejarnos la imagen
cansada y fugitiva de la muchacha oscura
que ahoga la verdad, la fuerza y los sentidos
del forzado que nunca tuvo tregua
y vuelve a sus caídas relatando la crónica
nocturna del amor cada mañana
abrupta como un paso que lo espera
en un Estrecho extraño que vierte su amargura
al Poniente que acecha a la alegría
cuando la tarde muere entre las rampas,
palidece y no llega a la orilla del templo
mientras muge en el Hacho la sirena
en el taró de agosto que se arrastra en diciembre
cuando las niñas lloran la copla del naufragio
que gime en sus entrañas
y mustia volotea[1] en la puerta cubierta
que empuja Punta Almina[2] hacia los duelos
en las ruinas del faro, en la voz de la muerte
que se adentra en los ojos vacíos de la sombra.


II

Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.
(Lorca – Paisaje de la multitud que orina)

Pienso que esa muchacha del alba que no llega
llevará entreabierta en el regazo
la sábana de un mártir
que no supo morir entre los muertos,
y vuelve a su dolor en sus pupilas,
el grito de una hoguera que rompe los vestigios
de la luz de los presos torturados
que aparecen llorando en la miel de la Luna,
el drama del atún que tiembla en la bodega
y tiene el mismo nombre de un torpe marinero
y colgada en el mástil
la misma dirección que lo delata,
y siente Europa cerca, amarga y sumergida,
y la turbia marea se mueve en el arroyo,
en la Laja añorada
por la nube y los sueños de un poeta
que busca las palabras de amor en las orillas
y encumbra la añoranza de un ósculo en los charcos,
en la arena desierta
con un decir de ritmo alargado que hiere
y atraviesa la huella que mora en una rada
y muere en la memoria
del almacén de redes que aprendió otro rezo
que prende y no ilumina,
y la sonrisa estrecha
que busca su pasado en la fuente callada
y no puede alentar un barrio moribundo
arrastrado en la alcoba de los niños
mientras las barcas buscan del monte la bandera
que no tiene color,
que agita en los periódicos los látigos del mundo,
y un cementerio blanco por la rabia azotado,
por la yerba, la cal y la injusticia
que ahoga en el misterio del cante su quejío
en las velas que sufren su olvido en la Fragua
del dios de los gitanos que reclama en el rostro
de la noche su estampa y pena en el destierro,
la angustia del viajante
que no halla el camino de los lazos que puedan
tejer las soledades
en los signos borrados por la ruta del agua,
en el delfín que sufre las dagas de los botes
que huyen de la ruina.
El aullido del puerto perdido en los papeles
inunda y acorrala
la evocación sentida de los nichos sin nombres,
de los santos de piedra que pasaron
entre flores y lágrimas meciendo la locura.


III

He pasado toda la noche en los andamios de los arrabales
dejándome la sangre por la escayola de los proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las velas desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor de la desembocadura.
(Lorca - Navidad en el río Hudson)



Esa niña que muestra
el manto de su olvido y su ignorancia,
el vuelo desvelado de su imagen rendida,
el llanto de la Virgen
acosada por el fervor postrero
de salmos que acorralan su capilla
recogerá las sábanas de los cuerpos ardientes
y el rumor de eucalipto que embriaga la Bodega
donde sufren los lirios
bajo el graznido torvo de los cuervos
el doce de diciembre,
bajo el púrpura gris que empapa a los fenicios
que rompieron su ruta en la esquina de un beso,
de lo requiebros rotos, sumisos y angustiados
que sus venas no encuentran en el curso
callado de las olas donde vagan los pobres
que no muerden ni hablan en la orilla
cuando las amapolas abandonan la sangre
y arde negra la copla en la noche más densa.

Esa niña que agita su bandera en el agua
se enamora del hombre
que acude cada día a la oficina
y archiva los misterios
pensando que el amor no se ha perdido
aunque hunda sus lágrimas
en el mástil de un Wall Street sonriente
mientras los tiburones socavan los cristales
y escupen el cemento en las fronteras,
en el regazo roto del Hudson que se encoge
y gime por la estatua que entregó su quebranto
al Cristo que no encuentra su camino en el hombre,
aunque los crisantemos
mueran cada noviembre mirando las gargantas
rasgadas por los rosas perdidas de los vientos
en las Piedras Mellizas
que acogen la ternura y el olvido
de un niño amortajado en un sudario oscuro
que le cierra los ojos como si fuera un sueño
y le rompe la frente en un lienzo sin marco,
aunque la espuma ahogue los brotes de esperanza
y la sonrisa pierda
su fulgor en un íntimo lamento,
aunque en el Tarajal
resucite la sangre de los muros
y una novia no busque
la senda enamorada de los labios
ni el templo de la playa que rema en el levante
donde posó sin manos, sin saberlo
una frágil corona
en la tumba vacía de alhucemas
donde los altos vuelos encallaron
y los castillos recios de vanos enlucidos
cayeron en el rostro
descarnado de la muerte celosa.



Epílogo

Ahora solo queda ladrar contra el olvido,
encender una vela en el vientre
de los versos que pasaron
mientras sonaban los remos de los luceros en el alba
cegados por las voces de la luna,
mientras la golondrina se adentraba en la tinta que nos aleja
y la muerte escribía una plegaria con sus alas
trémulas sobre la sangre
donde cantaron su última soledad los náufragos
que se ahogaron en el desierto de las aguas.


4

De aquí a la eternidad (Tu Pearl Harbor[3])


A Jaume Gimbert, me dijeron hace unos días que llevaba muchos años muerto. No voy a decir que presintiera su muerte, ni que la conmoción hiciera que abandonara mis tareas, pero miro con frecuencia sus fotografías y me pregunto cómo pudo dejarnos tan pronto, nadie como él me ha enseñado a sonreír en la tristeza. Me habló, con su permanente sonrisa de luz que invitaba a cortejar con amargura a la alegría cuando no queda nada, de esta historia que podría aplicársele a cualquier soldado desconocido.

¡Oh maldita y perversa oscuridad del Orco
que aniquilas y olvidas todo lo bello!
(Catulo – Carmen III)

Estarás conmigo sin que nos preocupe el tiempo,
los adioses serán una pertenencia de los otros,
prepararé mi bosque, mi paz y mis senderos
para que tú los pises
como en aquel día lejano que yo pisé tu huella
para que me mostraras
tu felicidad.
(A Jaume Gimbert - In memoriam)


Aquí mi boca tibia,
mis versos más amargos
se funden con la gente que escapa de su casa
como la niña inquieta de un sueño inacabado,
la mujer que resiste tenaz en tus cuarteles
y el poeta lejano
que no encuentra su sitio
en un vuelo disperso que ahogaste en tus lazos,
que inmolaste con rabia
entre las flores mustias que cuidaran tus manos.

Esta ciudad perdió de la verdad el rumbo,
ni mirando de frente se cumple lo pactado
en sus lerdas entrañas,
en sus bloques cansados,
el cine está vacío, apenas tres asientos,
nadie interrumpe
los sorbos de un ardor febril y enajenado,
y no importa el cartel, ni los actores,
ni las manchas de sombra que persisten
en la oscura butaca, en el fondo apagado
que vuelve a tu camisa destrozada
en el tenue recuerdo que disipa mi imagen
y el amor que enterraste con el último tango.
No importa la Celosa cuando no te requiere
y la dejas vagando
por la sierra perversa,
buscando a un amante atormentado
cuyo dolor se expande y aprisiona sus miembros
a la litera fría que pregona las nubes
y el espíritu amargo
de un romance extinguido
en la arista más bruna de un fuego masacrado.

Amabas la ciudad de las luces heridas
y la Casa de Campo,
el ruido que enloquece la razón de los cuerdos
que tú representabas en tu perfil humano,
los árboles que ocultan
las horas del placer y las caricias,
la danza de los cuerpos en la senda vibrando,
el humo proceloso que hiere tu palabra
y no desaparece de los ojos nublados.

Declaraste la guerra con hechos consumidos,
tu Pearl Harbor resiste con firmeza
en mi memoria aciaga, en mi rostro angustiado
me asalta y me castiga con su furia implacable;
aún me sobrecoge el fragor de las hélices,
las alas que marchitan la faz de lo dañado,
la sangre en las miradas,
tu voluntad constante de querer lo perdido
por encima del mar y los quebrantos,
de despreciar la túnica morada de un profeta
confuso que se enfrenta al trastorno vesánico
del mundo y sus escombros,
y guarda en la memoria un sueño amortajado.


5

Fassbinder en la memoria

Dicen que mis películas son nostálgicas, pero no me gusta esa definición porque suena a enfermedad, a moho, a cosas descompuestas. La nostalgia sólo existe en la conciencia de quienes se sienten atrapados por sus recuerdos.

(Fassbinder[4])


El poeta alemán pensaba que la vida era lo más importante y que la poesía era lo más importante de la vida.
(Francisco Enrique León 26 de enero de 2023)


He arrancado silencio en las vidrieras
del ardiente gemido aletargado
que se apodera de tus labios y del carmín
para llevarte una canción que permanezca
clavada en el puñal
de mi voz martirizada,
para apartarte del castigo que solloza
en la ventana hundida donde tu verdad se quiebra
ante las cruces quejumbrosas
del portal
que triste entonaba Lili Marleen
bajo el latido amargo de las luces apagadas
que aún tiemblan
en la profanación honda de mis cenizas
vertidas en la urna de una memoria desquiciada
entre los árboles que lloran en el crepúsculo
que atraviesa el horizonte y suspira por tu ausencia
y desgarra una promesa atormentada
en la soledad sin aristas del cristal
que refleja tu olvido y pronuncia lentamente
la lágrima profunda que se acantona en tu mirada.

5

Nocturno en Toledo 1980

...el silencio y la noche mordían con su abrazo
mi alma en la litera
y ardía el mundo de los tiernos y de los tristes
devastado por los celos de la espera que no muere.
(11 de abril)

Siempre arrastré las llagas de tu culpa
y sufrí por las cartas perdidas que no llegué a leer,
por las llamadas
que no pude escuchar mientras te maldecía,
mientras me acorralaban la ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras
atrapado en el fulgor hiriente de un recuerdo
que nunca permitiste
que descansara en el temblor de mi almohada.

Lloré por el rechazo que cubría mi rostro
y ahondaba en los rincones
del velo de la luna
que ardía en los espejos de una alcoba sin puerta,
en la espina de miel ensangrentada
de tus gélidas manos
en los días más grises que morían
y desfilaban huecos por las enredaderas
que nunca atravesaste con soltura,
por los escaparates
rotos que me mostraste en un rincón perdido,
en la noche del dolor que mordía las sábanas,
desgarraba mi orgullo y se hundía en mi mirada.

Amabas la ciudad de las luces heridas
y la Casa de Campo,
el ruido que enloquece la razón de los cuerdos
que tú representabas en tu perfil humano,
los árboles que ocultan
las horas del placer y las caricias,
la danza de los cuerpos en la senda vibrando,
el humo proceloso que hiere tu palabra
y no desaparece de los ojos nublados.

Declaraste la guerra con hechos consumidos,
tu Pearl Harbor resiste con firmeza
en mi memoria aciaga, en mi rostro angustiado
me asalta y me castiga con su furia implacable;
aún me sobrecoge el fragor de las hélices,
las alas que marchitan la faz de lo dañado,
la sangre en las miradas,
tu voluntad constante de querer lo perdido
por encima del mar y los quebrantos,
de despreciar la túnica morada de un profeta
confuso que se enfrenta al trastorno vesánico
del mundo y sus escombros,
y guarda en la memoria un sueño amortajado.

6

La nueva revolución

Luché en la vieja revolución
al lado de un fantasma y un rey.
(Leonard Cohen[5])

A Fanny Sinrima

El amor nunca llega cuando hierve mi cuerpo
y no veo tu rostro en la sección de cultura
de una revista apagada en el quiosco de la esquina
y no puedo pedirte
que actúes cuando te siento
en la vitrina perseguida por la lluvia de agosto,
en la memoria errante de una rosa tatuada,
que traigas a mis pasos las calles perdidas del recuerdo,
la nube ensoñadora que envolvía tu barrio,
que liberes a los guionistas que yacen en el sótano
de todas las represiones,
que muestres orgullosa la huella
de lo que nunca he sido
en el laberinto irresistible de tu piel,
que abras la revolución que aún espera al hombre
por quién nadie pregunta en la oficina
y el corazón que no creía en la muerte de los ángeles
pero pensaba en ti cada vez que llegaba
la oscuridad del silencio a su latido,
la angustia de un viernes quebrantado en el tormento
de un profeta vencido y postergado
que no volvió nunca a caminar sobre las aguas.
.

7

A Morgana de Palacios (Plegaria)

Nada ni nadie es la poesía.
(Joan Margarit)


y destroza a pedradas
el castillo de arena y cicatrices
que a diario restauras
en alguna bahía de mi olvido.
(Katy Parra – Coma idílico).


Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la voz cavernosa de Tom Waits
diciendo que sin ti

no existe la primavera,

ni en la mirada que arrancara su latido.


No está en la plegaria que cubrió tus ojos

con la melodía desenfrenada

de Patti Smith

cuando añora,

en medio de un sueño,

la ausencia perdida en el llanto de su madre.


Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,

ni en la última huella de Jim Morrison

en los versos procelosos

que no escribió en París,

ni en la mirada abstracta

de los fríos calcetines de Pavese,

ni en la voz niña y triste de una violeta enamorada,

ni en los besos que aún permanecen en tu boca,

nada ni nadie sabe dónde está la poesía,

adónde van las palabras que nunca se dijeron

y siguen esparcidas en el aire que abrazas,

adónde los pasos que siempre me conducen

del puerto hacia la niebla

donde brota la herida que nunca acaba,

donde habita tu rostro,

donde espera

el vestido que llevaste en la aurora,

la huella de la cruz de tu mirada,

el miércoles de ceniza que se posó en mi frente.



8



A Enrique Sanmol

Evitamos el frío con más frío
la intemperie con unos pocos versos.
Si no sabes por qué,
nunca podrás salvarte.
(Enrique Sanmol - Contra el frío)


Nos queda la música de Cohen
cuando se arrastra
y el tren que perdimos sin saberlo.

Quizás sea un sentimental y, por ello,
me emocione lo que al hombre de la calle
quizás le produzca risas,
pero ahí estás tú que insistes
en la inmortalidad efímera de tus mitos.

Ya sabes, en una mano una pistola
y en la otra una rosa,
el estupor tierno de Janis
después de una mamada
con el pelo enmarañado
en las paredes
y un poco de poesía.

Vuelvo a ese adiós que fue y nunca nos dijeron,
a las bragas desgarrada
en la habitación errática del olvido.




[1] Volotear: Localismo ceutí: revolotear, especialmente con torpeza.

[2] Punta Almina: Punta ceutí de triste y trágico recuerdo.

[3] La traición amorosa que Marlon Brando sufrió por parte de su esposa es más fuerte que su muerte en el último tango en París.

[4] de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
en tu letra temblando sobre un pájaro herido.
(Nocturno de Las Huertas)

[5] Leonard Cohen: Poeta judeo-canadiense.
La vida, como nos temíamos, pasó rápido,
aunque nos pareciera siempre comienzo,
cenizas que se reían de la muerte.
Qué quedará después que no sean palabras.

Enrique Sanmol- A la tejedora (A Morgana de Palacios - In memoriam)

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