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Crítica literaria a Rehén de mi ignorancia, de Jorge Salvador

Publicado: Dom, 14 Sep 2025 10:00
por Rafel Calle
REHÉN DE MI INGORANCIA, DE JORGE SALVADOR

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Jorge Salvador, en “Rehén de mi ignorancia” propone, con su habitual tono sarcástico, una crítica político-social desde la perspectiva de un ciudadano desencantado que pone en solfa la manipulación, la ceguera voluntaria y un control sistémico que lo hacen sentirse como un “rehén”. Con todo, en el último terceto, se atisba un giro de tinte esperanzador.

Estructuralmente, Jorge compone un soneto clásico que desde Petrarca, Góngora hasta Miguel Hernández..., ha exigido del poeta un equilibrio preciso entre forma y fondo. Sin embargo, en Rehén de mi ignorancia, esa arquitectura se utiliza no para sublimar una emoción elevada, sino para tensar, contener y proyectar con mayor potencia una voz crítica, popular y dolida.

Podría ser que la elección formal fuese estratégica, ya que el ritmo anapéstico que Jorge le confiere a los versos sirve como una caja de resonancia para el mensaje subversivo. Además, el contraste entre la forma culta y la expresión cruda genera una disonancia eficaz que capta la atención del lector y le obliga a tomar partido.

A destacar la clara tendencia monorrítmica de este soneto, con todos los versos endecasílabos melódicos (acentuados en 3ª, 6ª y 11ª), porque, si bien, los versos 1º, 9º y 14º son endecasílabos heroicos (acentuados en 2ª, 6º y 11ª), con acentos antirrítmicos en 3ª, en el análisis métrico de este poema dejan de serlo por la clara tendencia monorrítmica que el autor ha querido concebir, por tanto, dichos versos se convierten en mélódicos con antirrítmicos en 2ª , porque pasan a pertenecer a la totalidad de la obra.

Los catorce versos endecasílabos se encajan con rigor en los moldes del soneto: dos cuartetos seguidos de dos tercetos, con rima consonante y disposición ABBA ABBA CDC DCD.

Dentro de la rigidez formal monorrítmica, curiosamente, hay una voluntad de variación interna del ritmo, ya que Jorge se sirve de la puntuación (preguntas, puntos y comas, encabalgamientos...) para quebrar momentáneamente la fluidez del verso y generar tensión. Por ejemplo, en el segundo verso: “que me inyecta el sistema. ¿Por qué voto?”, la pausa tras “sistema” y la pregunta inmediata abren una fisura en la sonoridad del endecasílabo, forzando una reflexión en el lector. Lo mismo sucede en el cierre: “en un mundo más justo y más seguro…”, los puntos suspensivos al final del poema, poco habituales en un soneto, interrumpen la rotundidad esperada del último verso y abren un silencio sugestivo, que más que cerrar el poema lo prolonga hacia lo real.

En definitiva, la métrica de este poema es una estructura de resistencia: no decora, sino que sostiene; no embellece, sino que canaliza. El soneto, tradicionalmente vehículo de lo sublime o lo amoroso, se transforma aquí en instrumento de insurrección verbal.
Decir que el soneto mezcla con acierto el tono coloquial (“Venderme la moto”, para expresar el engaño), con pasajes de gran potencia como la imagen “Rehén de la ignorancia”, que sitúa al yo poético como un reo del sistema, o la metáfora “Me arrancan el escroto”, para expresar dolorosamente la carga fiscal.

En fin, toda la obra está trufada de recursos dignos de un autor con una base técnica sólida: anáforas, paralelismos, jerga vulgar controlada, todo ello en un tono irónico que refuerza el discurso y lo conecta con el lector hasta el último verso, donde aparece una prosopopeya ( hoy son borregos serán Reyes) que no solo otorga fuerza al soneto, sino que transforma la crítica en soflama.

Vaya mi enhorabuena, estimado amigo Jorge, junto a un fuerte abrazo.