Los cuerpos olvidados
Publicado: Dom, 14 Sep 2025 8:14
Los cuerpos olvidados,
perdidos en pasillos de hospitales,
no son escombro del sistema psicopático,
son reflejo en el espejo
de la crueldad del mundo de la sombra.
En ellos la mirada es solo pose.
La postura es como un árbol sin raíces.
La pasión se diluye
en los medicamentos del dolor.
Los cuerpos olvidados son espectros
que vuelven de la muerte agazapada
en el tiempo sin tiempo de la herida.
Los rostros ya no expresan erotismo,
ni sueños, ni ilusiones. No hay memoria.
Las manos se parecen a las tumbas
que yacen en los grandes cementerios.
Los cuerpos olvidados son personas
que un día se extraviaron en relojes
de ciudades oscuras, sin salida.
La piel en la memoria
trasciende el sentimiento que se esconde
en las pupilas tristes
del ansia de suicidio.
El alma ya no sabe de certezas
ni de experiencias llenas de hedonismo,
solo sabe del grito silencioso
encriptado en los pliegues de la carne.
Los cuerpos ya mirados y observados
o avanzan a la vida nuevamente
o resultan ser solo una carcasa
con invitación hacia la luz,
esa que nunca tuvo que perderse
en los acantilados de los lobos.
Ana Muela Sopeña
perdidos en pasillos de hospitales,
no son escombro del sistema psicopático,
son reflejo en el espejo
de la crueldad del mundo de la sombra.
En ellos la mirada es solo pose.
La postura es como un árbol sin raíces.
La pasión se diluye
en los medicamentos del dolor.
Los cuerpos olvidados son espectros
que vuelven de la muerte agazapada
en el tiempo sin tiempo de la herida.
Los rostros ya no expresan erotismo,
ni sueños, ni ilusiones. No hay memoria.
Las manos se parecen a las tumbas
que yacen en los grandes cementerios.
Los cuerpos olvidados son personas
que un día se extraviaron en relojes
de ciudades oscuras, sin salida.
La piel en la memoria
trasciende el sentimiento que se esconde
en las pupilas tristes
del ansia de suicidio.
El alma ya no sabe de certezas
ni de experiencias llenas de hedonismo,
solo sabe del grito silencioso
encriptado en los pliegues de la carne.
Los cuerpos ya mirados y observados
o avanzan a la vida nuevamente
o resultan ser solo una carcasa
con invitación hacia la luz,
esa que nunca tuvo que perderse
en los acantilados de los lobos.
Ana Muela Sopeña