Editorial Alaire

El semáforo, la papelera y el hombre

Hoy he visto un semáforo
una papelera
y un hombre

Este, llevaba lana de un gorro viejo
unos guantes roídos
una cara muy larga
y algo de barba

El semáforo estaba rojo
la papelera, rebosando restos
de comida rápida.

El hombre
metió sus manos en la papelera.
Rebuscó,
y sacó un vaso de cartón del McDonal’s

Lo sostuvo un rato
como si estuviera conversando,
parecía pedirle permiso.

Finalmente,
quitó la tapa de plástico
y la pajita.
Entonces bebió

Después, devolvió todo
educadamente
en la papelera.

El semáforo cambió a verde,
y seguí caminando
rodeado de gente.

Parecía que no querían verle.

El hombre, se quedó allí
con el semáforo
y la papelera.



Fue lo más poético
del día.

No sé si decir: no quieren verle. Porque hablar de 'ellos', los otros, me alejaría a mí del problema. Así todo, sé que es cierto, yo no quiero ver rebuscando en una papelera, ni a él ni a nadie (en ese caso, por respeto hacia su intimidad), tampoco quiero que me cuenten problemas ni que me hablen de enfermedades ni que me pidan favores ni nada de nada. Y es natural, Ignacio, nos horroriza, nos inquieta, nos interpela, nos molesta, nos fastidia el día, lo mejor es ignorarlo. Reconocer esto es un paso, pequeño lo sé, pero paso al fin y al cabo, para que comprendamos la necesidad de vencernos a nosotros mismos y cambiemos de forma de actuar. Reconocer que nosotros somos como ellos, es otro pequeño paso: no podemos esperar a que otros lo solucionen, somos nosotros los que hemos de poner de nuestra parte, venciendo nuestra natural pereza, desida, repugnancia o llámalo equis, lo que haga falta para ayudarles.

También hay que denunciar esa actitud, desde luego que sí.


Blanca

Una realidad amarga la que describes . El problema se agudiza por momentos y todos deberíamos movilizarnos según nuestras posibilidades.
Un abrazo
Pilar

Querido poeta Ignacio, lo poético es lo que nos inspira a escribir, lo que nos impacta y lo traemos al pergamino. El impacto puede ser voltear los ojos, puede ser mirarlo, o puede ser ir a su encuentro. Sus letras permiten mirarlo, y traerlo en el corazón. Gracias.
Particularmente me duele como ser humano, cava una pena imborrable por la indiferencia y la limitación propia, pero las ganas de aminorar su padecimiento crecen.

Bendiciones poeta.

Maricruz